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El voto hambre

No hay duda que la necesidad es el mayor motivador para el ser humano y eso lo saben los mercaderes electorales, basta recordar la famosa papeleta que se le entregaba al sufragante justo a la entrada del puesto de votación, lo cual garantizaba que el voto estaba dirigido al candidato de la preferencia del mercader, recuerden que antes del voto en tarjetón no existía ni el voto en blanco ni el voto nulo, las elecciones se aseguraban mediante este mecanismo de papeleta o simplemente se contaban los abstencionistas.

Las siguientes décadas se caracterizaron por hacer énfasis en las promesas, era común escuchar en los discursos de los candidatos ofrecer el oro y el moro pero siempre apuntando a aquellas necesidades que durante todo el tiempo han sido las más sentidas por los ciudadanos, salud, educación y empleo; téngase en cuenta que una de las características obligatorias de los candidatos era que debía contar con una extraordinaria oratoria, buen carisma y la capacidad de conectarse con las emociones de sus electores, era cuestión de mantener esa esperanza en el votante hasta el mismo dia de las elecciones.

El problema empezó  cuando el  número de engañados fue creciendo y ya era casi imposible que en la siguiente elección cayeran en la misma promesa, aunque esta estrategia se mantuvo por más de cuatro décadas, a partir de que la gente empezó a informarse y el acceso a la educación se popularizó la ciudadanía empezó a ver al político como un personaje que se aparecía cada cuatro año ofreciendo las mismas promesas que nunca cumpliría; es justo en este momento donde las campañas entran en el espiral de la danza de los millones puesto que ya el elector estaba en el punto donde exigía que se le cumpliera con lo prometido antes de elecciones, si no, no había votos; aparece el bulto de cemento, la lámina de zinc, la calle pavimentada, el transformador de la energía, el dinero para la fórmula médica, la silla de ruedas, el uniforme de futbol etc. 

Los mandatarios territoriales de turno se convirtieron en los mayores impulsores de las campañas, asombrosamente en víspera de elecciones se dispara la ejecución de obras y los contratos de prestación de servicios supera en dos a uno las nóminas de las alcaldías, gobernaciones y entidades descentralizadas  porque es a través de esta figura como se puede dar cumplimiento a las promesas de las familias que piden como requisito que se le dé empleo a algún miembro y con eso no solo garantizan el voto de todos sino que en señal de agradecimiento votarán por siempre por el candidato que les cumplió.

Pero sucedió algo que los mercaderes no previeron y es que con la aparición de las redes sociales se puso en evidencia lo lucrativo que podría llegar a ser ostentar un cargo de elección popular, carros último modelo, viajes, joyas, conciertos, restaurantes finos, fincas y toda una vida de lujos gracias a un negocio llamado estado y lo que se podría hacer si se lograba acceder al presupuesto a través de una elección y es entonces cuando la proliferación de candidatos se multiplicó por 100, pasamos de tener docenas  de precandidatos al concejo o tres o cuatro precandidatos a alcaldías y gobernaciones, a miles al concejo y por lo menos 30 a la alcaldía y 15 a la gobernación, tanto amor por la democracia y el servicio público no es gratis; casos inauditos donde en una misma familia hay un precandidato al concejo, uno a la alcaldía, uno a la asamblea y otro a la gobernación, pero todos con el mismo objetivo, saben que aunque no ganen pueden acceder a los cuantiosos miles de millones que se mueven en una elección y si por alguna razón se les alumbra la estrella “el corone” es redondo.

Jóvenes de sol a sol en semáforos entregando publicidad por cincuenta mil pesos al dia, vehículos alquilados por doscientos mil, cuadrillas completas de mujeres haciendo tomas en los barrios con planilleros en mano buscando votos hasta debajo de las piedras porque para algunos es la única forma de llevar sustento a casa, otros no tienen más opciones puesto que de esa  búsqueda depende que a su familiar le renueven el contrato que le dan cada tres meses, en síntesis un voto que se busca con hambre.

Por eso nunca, óigase bien, nunca los mercaderes cumplirán las promesas con las cuales son elegidos y reelegidos cada cuatro años porque se acaba su estrategia; voten bien, voten informados, no por hambre.

Por: Eloy Gutiérrez Anaya.

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