“Con esta coalición que se crea vamos a promover la cadena perpetua para violadores y asesinos en Colombia. Vamos también a devolverle al sistema educativo las cátedras de cívica y urbanidad, para sembrar esos valores tan importantes en la sociedad. El respeto, vencer el machismo”. Esta fue la frase del candidato Iván Duque para darle la bienvenida a la adhesión del partido MIRA en el que confluyen las comunidades cristianas del país. La cosa parece un chiste, o una caricatura de lo que este país de los católicos cree que son los cristianos, aun si sirven para poner votos, porque votos sí tienen. Este país nunca ha sido serio en su mirada frente a la diversidad de credos y a la libertad de cultos. Y los cristianos son una gente rara, evangélicos, aleluyas, los amén, casi descastados, que han conseguido el pan con el sudor del diezmo.
Mientras Duque los empaquetaba en la violación, las cátedras de cívica y urbanidad, los valores y el respeto, la dirección del movimiento político cristiano creyó que había logrado con el Centro Democrático un “acuerdo programático” en materia de “libertad religiosa; reforma electoral; empleo, emprendimiento y generación de ingresos; mujer, niñez y campesinidad”, tal como fue expresado. Frente a las dos declaraciones, no puede dejar de sentirse esto como si al candidato le hubieran soplado al oído estas frases de cajón con la que este país cree que se identifican los cristianos, como si no fueran colombianos de talento, talante y visionarios frente a cualquier tema de la sociedad.
La iglesia católica ha estado en la cumbre de la sociedad colombiana. Hasta antes de ayer, primero estaba su fe en la constitución, que el reconocimiento del constituyente primario. Como en la Edad Media, éramos teocéntricos. Con esa iglesia católica se ha construido el poder con pacto programático per se. Ahora sus votos no bastan y la nueva iglesia cristiana es vista como una lista de padrón, con disciplina, como lo reconoció el candidato Duque. Una disciplina valiosa a la hora de votar en fila india.
El asunto, candidato Duque, es que los pastores pueden ser cuestionados en público, porque no es una fe de confesionario, y ya empezaron a cuestionar esta adhesión inconsulta del pastor Jhon Milton Rodríguez a su campaña, desatando la disidencia. Un hecho que va a mermar los votos cristianos, porque este Jhon Milton ha desconocido la voz de su comunidad, que bien puede dejarlo en el “Paraíso Perdido”.