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El vestido no hace al monje

EL  TINAJERO

Por: José Atuesta Mindiola

El vestido no hace al monje /
ni la plata hace milagros /
de nada vale el renombre /
si no eres un hombre honrado.

Los versos de esta cuarteta pertenecen a un merengue que Juan José Atuesta cantaba con Emiliano Zuleta Díaz, y me parece muy oportuno para referirme al vestido que usan nuestros presentadores de noticias en los canales locales de televisión. No se por qué existe la tendencia de imitar a los presentadores de Bogotá; en la capital ellos usan saco y corbata frente a las cámaras porque esa es su forma cotidiana de vestir, el clima exige que se use ese tipo de indumentaria, y eso hace parte de su identidad exterior.

En el Caribe colombiano estuvo de moda por mucho tiempo el vestido entero para asistir a los actos solemnes de primera comunión, grados, matrimonios, posesiones de gobernador o alcalde, liturgia del Santo Patrón (en la llamada Misa Mayor),  o para los actos luctuosos de funerales de personajes, y en los matrimonios de alto nivel social se exigía el smoking. Afortunadamente, el escritor Gabriel García Márquez, en la ceremonia de recibimiento del Premio Nobel de literatura en Estocolmo (1982), obtuvo licencia del exigente protocolo de los reyes de Suecia  para usar el liquiliqui, un vestido caribeño y tropical  que se convirtió en Colombia y  otros países del Caribe, en la  antesala de la camisa guayabera de manga larga, para usarla como una prenda selecta en los actos solemnes.

En la mayoría de los matrimonios en Valledupar, hoy se aprecian séquitos de guayaberas blancas de diversos tipos de bordados, y se siente a leguas que hay un disfrute  de comodidad con esas camisas de linos en múltiples calidades. Ese vestir da identidad al hombre caribeño. Ya es historia lo caluroso y acartonado que era asistir con vestido entero o con smoking.
Esta moda de la guayabera también debe llegar a los presentadores de noticias de televisión de Valledupar. Si se pregona identidad cultural y se acredita el lema: “primero lo nuestro”, debe haber coherencia en la escena, en la voz y en el vestir. Cuando un desprevenido espectador observa por primera vez a los presentadores de nuestros noticieros, se imagina que ese canal es de Bogotá o de otra región del interior, pero menos que es de Valledupar.
La semana pasada,  observé en un noticiero deportivo local que sus dos comentaristas no tenían saco, pero usaban unas extensas corbatas rojas, y  mi sobrino, que llega de pronto, me pregunta: Tío, ¿qué circo vino a Valledupar?
En cambio, algo muy diferente sucede con nuestras presentadoras que  lucen sus elegantes vestidos acordes con el clima, su estilo, su maquillaje  y su personalidad, y se ven  rozagantes,  cómodas, felices y contentas; pero los presentadores parecen otros: se ven desubicados, acalorados y acartonados. Los invito a  ensayar con unas guayaberas u otro género de camisas elegantes. Aquí hay casas de confecciones que pueden colaborar con sus vestidos.
El saco y la corbata en nada contribuye  a la calidad del presentador, lo importante es que se sienta cómodo y la indumentaria esté acorde con su estilo, su personalidad y con el trabajo.

Estos  breves comentarios los hago  con un sentido reflexivo, sin ánimo de polemizar con nadie. Ojalá los lean los directores de los noticieros locales.

DÉCIMA DE LA SEMANA

Periodista Juan Gossaín
en el cielo colombiano,
flamante el sol soberano
de su voz que brilla sin fin
en los lagos del confín,
en la tierra y en la mar,
porque su forma de hablar
es transparente y precisa,
como aquel viento que hechiza
el canto en Valledupar.

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