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El verde crece

BITÁCORA

Por: Oscar Ariza

En Colombia sigue habiendo un predominio del pensamiento político bipartidista enmarcado en esta época de conflicto que revela una equivocada tendencia al ejercicio de un poder que utiliza la fuerza, la represión y la coacción para entrar en una modernidad, cuya condición para el progreso es la destrucción a toda costa de los grupos que impiden el desarrollo del país, predominando la barbarie como elemento para la civilización; un ideologema poco efectivo, pero que en Colombia después de siglos se sigue legitimando.

En las últimas horas los candidatos, Fajardo y Mockus dieron un claro ejemplo de civilidad al país; mostraron que los acercamientos y las diferencias no se reducen al elemental ejercicio de ser amigos o enemigos;  por el contrario, explicaron que se pueden hacer grandes transformaciones uniendo sus campañas políticas alrededor del Partido Verde, con  intención de ver a Colombia transitando por la vía de la responsabilidad social, con educación, salud, y oportunidades de vida administradas con eficiencia y transparencia, para hacer de lo público un territorio sagrado que hay que cuidar, para que la libertad, el orden y la justicia dejen de ser frases de cajón y se conviertan en pilares fundamentales de cambio, para no seguir anclados a nuestra eterna costumbre de quejarnos del desastre, pero negándonos a  las soluciones.
La razón por la cual no hemos podido encontrar los orígenes de nuestros males políticos es porque miramos como imposible las oportunidades de cambio.  Seguimos atados a la tradición del bipartidismo, hoy matizado en tendencias mediáticas como Cambio Radical, el PIN o  la U,   que reflejan la polarización de este país desde tiempos remotos, cuando el Frente Nacional vergonzosamente  acabó con cualquier posibilidad  democrática que permitiera otra propuesta partidista que se ubicara en la famosa franja amarilla de la que habla William Ospina, para que fuera una opción válida y respetable no ser liberal o conservador.
Lo cierto es que el país moderno al que aspiramos, debería tener en cuenta que, lejos de la tradición política, cualquier posibilidad de que una persona preparada, decente y con decisión de cambio ayude a mejorar la crisis de valores en que vivimos,  es una excelente opción democrática, pues siempre hablamos de igualdad de derechos y oportunidades, pero poca voluntad  ha existido para reconocerlos y ceder ante egos y orgullos que van en contravía de una intención de crecer como única manera de construir un proyecto nacional.
Gran ejemplo de tolerancia, educación, modernidad y amor patriótico nos ha dado Sergio Fajardo, quien con ese gesto de desapego a las circunstancias individuales que lo cobijaban, pero apego al deseo de ver engrandecida a Colombia, ha hecho sinergia con Mockus, más allá de sus divergencias, porque el futuro de la Nación hay que construirlo sobre la base de acuerdos serios y decentes que alejen al país de la polarización que la ha dominado durante dos siglos.
Hoy Fajardo y su equipo de compromiso ciudadano dan una lección histórica al país, con su determinación de trabajar desde y hacia todos los rincones de la patria por un cambio en las costumbres políticas. Hoy, ese colectivo de jóvenes en el Cesar liderados por Hernán Araujo Ariza y Jaime González, merece el más grande reconocimiento y respeto por ese proyecto político que posicionaron, convencidos de que el cambio es una necesidad.
La gran unión por la decencia respondió al clamor nacional de ver a hombres como Fajardo y Mockus unidos trabajando con sus equipos por el país que soñamos. No importa si estos hombres son negros, rojos, azules o amarillos como lo expresa Playa Girón, la bella canción  vocalizada por Silvio Rodríguez,  aunque debo confesar que soy proclive a que sean de color verde, que es el de todos los colores como lo dijo Aurelio Arturo para que comience  a mostrarse como una propuesta revolucionaria que más allá de la  simple búsqueda electoral permita dar soluciones a la crisis que el país vive, entendiendo la realidad que padecemos, desde la cual, eligiendo a Mockus como presidente, cualquiera tiene  derecho a rechazar esta “ética indolora de los nuevos tiempos democráticos”, para que ser fuertes políticamente en Colombia no sea tener más dinero, ni senadores electos, ni capacidad de atropello, ni un presidente que garantice una elección,  sino en palabras del mismo Fajardo: ser fuerte signifique tener principios y ser coherente con ellos.
La apuesta está hecha. El verde crece. Aún hay cupo para que los hombres de grandes pensamientos democráticos aborden esta nave de la esperanza donde insistimos desde esta orilla, el verde es de todos los colores.
arizadaza@hotmail.com

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