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El verdadero Pacto Histórico

Todo tipo de reacciones se han visto con ocasión de la propuesta del exgobernador de Antioquia y precandidato presidencial, Luís Pérez, quien inicialmente le pidió al oficialismo del Partido Liberal participar frente a Gustavo Petro y otros aspirantes en la consulta de marzo del Pacto Histórico y luego apareció en unas fotografías al lado de reconocidos líderes del petrismo.   

Llama la atención que el desencanto de las huestes derechistas, empecinados aún en sembrar el terror al cambio ligado con el candidato alternativo, solo sea superado por las enconadas declaraciones de algunos de sus seguidores, quienes sin siquiera evaluar las bondades de una adhesión, prefieren condenar en la hoguera pública a un potencial aliado, tirando a la basura el plus electoral de un aporte doble, por cuanto este sumaría un buen número de votos en el santuario uribista por excelencia, que es Antioquia y el Eje cafetero. 

Bajo este criterio, los fundamentalistas alfiles de Gustavo Petro rezagarían a la arena de sus contradictores la exclusividad de construir alianzas y coaliciones políticas frente al escenario electoral previsto como una encerrona de intereses, porque nadie se atrevería a correr el riesgo de salir crucificado en la satanización pública de los adalides morales y ortodoxia petrista, quienes se rehúsan a entender que la política se hace con los políticos, que las elecciones se ganan con votos y que la suma de esfuerzos se puede materializar en un triunfo, a menos que su intención real no sea la de transformar el país desde la Presidencia de la República, sino permanecer en la oposición perpetua.

No se trata tampoco de reciclar la escoria corrupta, mafiosa o paramilitar en el gran movimiento alternativo que popularmente está pidiendo pista para gobernar, al contrario, la intención será escoger a los mejores ciudadanos para que dignamente representen nuestros intereses, apartándose de las decisiones contrarias al mandato que le dimos en las urnas electorales, tras algunas mal habidas monedas que al final son nuestras y que convierten la ilusión en desesperanza. Ese cernidor democrático tendremos que operarlo los electores, la responsabilidad no es de nadie diferente. 

Mejor pensemos que el verdadero pacto será histórico en el momento en que lo hagamos con el familiar, con el vecino, con el amigo, con el ciudadano de a pie, ese de carne y hueso que siente, sufre, se decepciona y vota confiadamente por quien considera sus mejores líderes, al margen de las cuestionadas costumbres políticas que elige siempre a los mismos. 

Lo volveremos histórico solo nosotros, cuando nos convenzamos que en la diversidad del país todos cabemos y que suscitar la destrucción física o jurídica del adversario solo nos iguala a la orilla ideológica que con desprecio señalamos como equivocada. El pacto rompe las categorías de buenos o malos.  

Petro ha sido claro en decir que “no estamos construyendo un partido, sino una forma de gobernar, donde es imprescindible el acuerdo sobre lo fundamental que garantice realmente los derechos esenciales de las personas”, entonces en vez de condenar sin juicio a los que en algún momento, según  nuestro criterio, pudieron estar equivocados, mejor los acogemos alegres porque el verdadero progresismo solo comienza cuando respetamos la diferencia y en ella pactamos las condiciones políticas para marcar un hito en nuestra historia presidencialista. La confianza popular premia la coherencia política que hoy muestran las encuestas, no le tengamos miedo. Un abrazo.

amaraujo3@hotmail.com. @antoniomariaA.  

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