BITÁCORA
Por: Oscar Ariza daza
Frente a la fugacidad de la vida, creo que los hombres venimos a ser felices, a querer y a que nos quieran; labor bastante difícil en una época en la que nos centramos en nuestro ego, en donde sólo nos interesamos en buscar que los demás se guíen a partir de lo que somos, muchas veces creyendo que todas nuestras acciones son las que merecen ser seguidas.
No cabe duda que el género humano cada vez se aleja de su capacidad de compasión; el fundamentalismo lo está llevando a auto validarse y desconocer en los demás la posibilidad de ser felices, olvidando que con un poco de solidaridad otros podrían mejorar sus condiciones de vida y seguir creyendo que vale la pena vivir, cuando tenemos alguien que nos recuerda y nos entiende desde nuestro padecer.
El país se debate en una de sus peores crisis producto del crudo invierno que lo azota. La navidad está transcurriendo en condiciones deplorables para municipios como Gramalote que ha sido condenado a su exterminio, así como pueblos de Santander, Antioquia, Cundinamarca y otras regiones donde los planes de contingencia terminan por ser ineficaces frente a la magnitud de la tragedia.
Los casos más críticos están en el Caribe colombiano donde los ríos Magdalena, Cauca y el Canal del Dique han acabado con la esperanza de muchos, especialmente en el sur del Atlántico, en municipios como Campo de la Cruz, Manatí y Santa Lucía donde el agua arrasó con el ganado y los cultivos. Igual padecen Bolívar, Córdoba, Guajira y Cesar.
Aunque las inundaciones están generalizadas, los casos más críticos están en Atlántico, Bolívar, Magdalena y Córdoba. Una crisis que habría podido evitarse si hace una década se hubiesen iniciado las labores de dragado y construcción de diques de contención al río Magdalena, para que protegieran a la población, pero nuestros gobernantes se han preocupado más en atacar las consecuencias que las causas de nuestros desastres. En los dos gobiernos de Uribe nada se hizo por prevenir lo que estaba anunciado y que hoy es una triste realidad que debe avergonzar al Estado ante su incapacidad de proteger a sus ciudadanos.
En el Cesar las circunstancias no han sido distintas. Muchos municipios ribereños hoy viven en riesgo de enfermedades, padecen hambre, trasnocho y la humillación de estar durmiendo en condiciones deplorables; esos hermanos hoy no pueden disfrutar de una navidad tranquila, porque las aguas inundaron las ilusiones de un futuro mejor. Por eso llamamos la atención a todos aquellos quienes encuentran en el servicio a los demás un componente esencial para homenajear la vida.
Gran parte de la felicidad se desperdicia en odios y revanchas, en egoísmos y fundamentalismos que terminan por volvernos más individualistas y aunque en la televisión se muestra la magnitud de la tragedia humana producida por el invierno, aunque brote de nosotros las lágrimas ante imágenes dolorosas, es poco lo que hacemos por ayudar a construir un mundo mejor en el que seamos capaces de acercar la mano al necesitado.
Valledupar vive de otra forma las consecuencias de la crisis invernal, porque la falta de gas domiciliario tiene en aprietos la economía local. Los avivatos aprovechan las circunstancias para abusar, subiendo los precios de la comida, el carbón, leña y de la reconversión al sistema de gas propano en las estufas. Pareciera que en lugar de querer ayudar, la gente se atrincherara en su ambición de explotar la necesidad de los otros para sacar provecho de la situación y con ello dejar sin comida a quienes no tienen con qué pagar los $35000 pesos que vale un saco de carbón que en circunstancias normales valdría $6.000 pesos; o los $100.000 por reacondicionar las estufas para gas propano que en otras circunstancias valdría $ 30.000 pesos.
La solidaridad parece extinguirse frente al oportunismo de poner los valores de cambio por encima de los valores de uso, pero aun así insistimos a aquellos que todavía creen en la filantropía, para que contagien a quienes les sea posible, para que se despojen de algo significativo en esta época y se lo brindemos a quienes esperan de nosotros una señal de paz que nos permita ser modernos porque reconocemos la diferencia, pero sobre todo porque amamos la vida, especialmente en navidad.
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