El sábado 29 de septiembre del año 2001 murió Consuelo Araujonoguera, la mujer que tuvo la visión precisa para el sábado 8 de marzo de 1969 en su columna ‘Carta Vallenata’ de El Espectador, escribir que “El vallenato es la mejor crónica, hecha música. La música vallenata con el paso de los años se tomará el mundo”.
Esa misma mujer, al lado de Alfonso López Michelsen, Rafael Escalona y un grupo de amigos, sacó adelante la idea de poner en marcha el 29 de abril de 1968 en la plaza Alfonso López de Valledupar, el Festival de la Leyenda Vallenata que hoy es el evento folclórico más relevante del país. Además, ella le sumó el libro ‘Vallenatología’, producto de una minuciosa investigación sobre los orígenes y evolución de la música vallenata.
Así mismo, el 25 de abril de 1986 en la histórica y tradicional residencia de Hernando Molina Céspedes, a las 6:00 de la tarde se constituyó con 20 personas la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata, siendo su primera presidenta Consuelo Araujonoguera. A partir de ese momento la entidad ha sido la mejor guía para el folclor que hoy es Patrimonio Cultural e Inmaterial de la Humanidad.
‘La Cacica’, la hija de Santander Araújo Maestre y Blanca Noguera Cotes, en el año 1995 viendo que la Plaza Alfonso López se estaba quedando pequeña para el Festival de la Leyenda Vallenata avizoró el proyecto de construcción del Parque de la Leyenda Vallenata.
Comenzó a tocar puertas y el seis de enero del año 2000 se puso la primera piedra con la presencia del presidente de aquel entonces Andrés Pastrana Arango, y el expresidente Alfonso López Michelsen.
El 30 de julio del año siguiente fueron aprobados los primeros recursos, que se unieron a los aportados por la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata y la Alcaldía de Valledupar, comenzando a hacerse realidad esa bella obra que hoy es orgullo de Valledupar y del Caribe.
Consuelo Araujonoguera soñaba con ver realizado ese gigante proyecto urbanístico y arquitectónico de grandes proporciones, donde todo lo que girara alrededor de la música vallenata tuviera su espacio.
Ella estaba pendiente del más mínimo detalle y que todo quedara como estaba en los planos, pero cinco meses después murió, y no pudo ver hecho realidad ese sueño al que le puso tanto esmero.
Cuando estuvo en el acto de postura de la primera piedra, con esa emoción que no le cabía en el corazón manifestó que sería el máximo templo del vallenato, porque la plaza Alfonso López debía quedar como punto histórico del nacimiento del Festival de la Leyenda Vallenata.
“Me imagino en corto tiempo ver a los reyes vallenatos montados en esa inmensa tarima y los grupos de piloneras haciéndoles la corte, en medio de miles de asistentes para que como dijo en su bello canto Hernando Marín, que vengan los acordeoneros de más renombre y los verseadores a improvisar, y que vengan los cantantes de otras naciones a cantar el amor, amor en Valledupar”.
Lo expresado por ‘La Cacica’ en esas palabras no lo pudo ver, pero el 1° de agosto de 2003, siendo las 7:05 de la noche al entregarse la primera parte de la obra, el sonido del acordeón del rey vallenato Ciro Meza Reales, interrumpió el silencio de ese lugar con el paseo ‘Llorá corazón, Llorá’ de la autoría de Alejo Durán. Después interpretó la canción ‘Honda herida’ del maestro Rafael Escalona, la predilecta de la mamá grande del vallenato.
Al rey vallenato lo acompañaron en la caja, Omer ‘El manón’ Castilla y en el guacharaca y el canto, Álvaro ‘El ñame’ Mendoza.
Ese día, el sacerdote Enrique Iceda Guerra manifestó: “Debemos darle gracias a Dios por la vida que le concedió a Consuelo Araujonoguera, y precisamente este escenario es producto de su vida y de su muerte. Este será el testimonio real de la grandeza de una mujer hecha de canciones y que vivió para sus vallenatos del alma”.
En ese acto hubo lágrimas, cantos y en el ambiente quedó una de sus célebres frases: “El mejor homenaje que puedo recibir el día que yo muera, es que no callen los acordeones”.
Entrega total
La entrega de Consuelo Araujonoguera al folclor vallenato fue total y en una de las entrevistas que ella denominaba “saca tripas”, porque se le preguntaba de todo, dijo que el “Festival Vallenato es como un tren que marcha a toda velocidad y no se descarrila. Cómo olvidar ese primer festival con la humildad y gentileza de Alejo Durán como rey vallenato, a quien como premio se le entregaron cinco mil pesos y un acordeón que regaló ‘La Niña Ceci’, Cecilia Caballero de López”.
‘La Cacica’, quien le tenía miedo al mar, a los aviones y al dinero, en medio de sus múltiples actividades sacaba tiempo para escribir, arreglar la casa, hacer crucigramas de El Tiempo, leer poemas de Federico García Lorca y José Asunción Silva, y escuchar música, especialmente la vallenata. De igual manera, durante los fines de semana se reunía con sus hijos y nietos, y asistía a misa en la Iglesia la inmaculada Concepción.
Inolvidable
Han pasado 17 años de su partida de la vida, pero su sello no se borra, sus palabras son elocuentes y sus acciones hoy más que nunca están a la vista de todos, como el Parque de la Leyenda Vallenata que llevará su nombre por siempre.
Ella fue la que visionó la proyección del folclor vallenato y dio las grandes batallas en distintos escenarios; le concedió la mayor importancia a los juglares, pero no pudo ver cumplido su último sueño, el Parque de la Leyenda Vallenata, por el cual tocó todas las puertas, tuvo desvelos y con ello nuevamente demostró su inmenso amor a una música que nació en los corrales y hoy es orgullo nacional.
Juan Rincón Vanegas / EL PILÓN
@juanrinconv