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El tren de los buenos tiempos

Bajo el sol radiante de Valledupar pusimos a rodar una paradoja en cuatro ruedas. Es una casa móvil que, aún a pesar de su condición nómada, alberga sueños fijos y convicciones firmes. 

Es la cuna de una aspiración que desafía la gravedad de la política tradicional y se propone levantar vuelo hacia un destino diferente. Por las calles verán rodar mi casa de campaña (mi comando de campaña), dotada de todos los elementos propios de una vivienda media, pero, y aquí viene lo esencial, alimentada con paneles solares y determinación. No se trata de un simple ejercicio de campaña electoral. Es una radiografía móvil de la visión y la ética con las que siempre se debería gobernar a Valledupar.

La casa móvil emerge como el rostro de una política que debe reinventarse, donde los arquetipos de la distancia y la desconexión entre dirigentes y ciudadanos tienen que romperse para dar lugar a la proximidad y el entendimiento. A la cercanía con la gente. Es el símbolo de un gobierno que no sea una entidad distante – ni sus gobernantes unos reyes intocables, todopoderosos – que no rinden cuentas, sino una entidad tangible que comparte, hombro a hombro, la realidad diaria de y con su gente. 

Como sociedad debemos buscar la encarnación de una política participativa, donde el gobierno no sea una torre de marfil, sino un actor en el escenario de la vida de la ciudad. Este principio de proximidad tiene el poder de transformar la dinámica de la política, de llevarla del clientelismo de los despachos y las reuniones a puerta cerrada, a las calles, a los parques, a sus hogares.

Las paredes de vidrio de la casa móvil son un manifiesto de la transparencia que debe ser el fundamento de todo gobierno. Exijamos una política donde las decisiones, las acciones y las responsabilidades sean claras para todos, donde no haya espacio para la corrupción ni para los contratos regalados, ni los puestos negociados. 

Cada acción, cada decisión, cada propuesta se debe mostrar con claridad, permitiendo un diálogo verdadero y honesto. El cristal es una metáfora de un liderazgo que no se oculta, que se somete a la mirada crítica y evaluadora de sus ciudadanos y se compromete a actuar siempre con integridad y a rendir cuentas.

Finalmente, los paneles solares instalados que nutren de energía la casa móvil son una poderosa proclama de nuestra obligación hacia el medio ambiente. No son solo una fuente de energía limpia y sostenible, sino un llamado a la acción. Son un símbolo de un futuro donde Valledupar se convierta en la capital solar de Colombia, una ciudad donde la energía no solo es renovable, sino también accesible para todos.

Los paneles solares son una proclama de nuestra obligación para con nuestra gente, nuestros conciudadanos, pues serán el reflejo de una ciudad que aspira a abrazar una tecnología que alivie su bolsillo al liberarlos de la dependencia de las facturas de energía, hoy por hoy la mayor mortificación de los vallenatos, estrangulados y privados de satisfacer otras necesidades vitales (comida, estudio, recreación, etc.) cuando, mes tras mes, deben pagar su oneroso recibo de energía.   

Estos paneles nos invitan a imaginar una ciudad que respeta y protege su entorno, que busca soluciones sostenibles para sus desafíos energéticos y que convierte la energía limpia en una herramienta de empoderamiento económico y social.

Así, esta casa móvil es más que una herramienta de campaña; es un mensaje, un faro de lo que puede ser la política cuando se funda en la cercanía, la transparencia y la sostenibilidad. Es un lienzo en movimiento que nos muestra una nueva forma de entender y ejercer el gobierno. Un paradigma que, lejos de ser una mera utopía, puede ser una realidad concreta y transformadora si nos atrevemos a cuestionar lo convencional y abogamos por un modelo de gobierno más humano, más inclusivo y respetuoso con nuestro planeta. 

Un modelo que proclame y cumpla aquello de Gobernar sin robar, sin robar los sagrados recursos públicos, sin robar las oportunidades de subsistencia y crecimiento de  jóvenes y mujeres, sin robar las posibilidades de desarrollo de los pueblos, sin robar las esperanzas de la gente que cada día se desilusiona más con las instituciones, sin robar la majestad de la democracia…

En fin, esta casa o sede móvil representa cercanía, transparencia y amigabilidad con la gente y el medio ambiente.

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Camilo Quiróz: