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El tío Humberto, Roberto y las pastillas mágicas

El tío Humberto siempre se ha caracterizado por don juan y conquistador de damiselas. En  cierta ocasión en compañía de su gran amigo y compañero de aventuras Roberto, invitaron a 2 jóvenes para la ciudad de Aguachica con el objeto de deslumbrarlas, cautivarlas y consumar sus deseos.

Al llegar a El Burro mi tío Humberto detiene el auto donde viajaban y le dice a Roberto: “Vamos a comprar unas cervezas para calentar”; Roberto, realizando alarde de su fama de tacaño, enseguida refunfuñó: “Humberto, ya vamos a gastar y de aquello nada”. Mi tío con disimulo lo convenció y compraron las cervezas, esta situación se presentó en todas las poblaciones que transitaron hasta llegar a la ciudad de Aguachica.

En Aguachica mi tío dice: “Vamos para piscina”; las doncellas manifiestan que no tienen vestido de baño, mi tío enseguida dice: “No es problema, vamos y los compramos”; a lo que Roberto increpa pegándose con la palma de la mano en su frente: “Humberto, gastar más plata y de aquello nada, papá”.

 Mi tío lo elude con un discurso barato y logra que compren los vestidos, así mismo lo invita a comprar una botella litro de Whisky para degustar con las jóvenes, a lo que Roberto replica: “Humberto, $20 mil en cerveza, $40 en vestido de baño y $70 en whisky y de aquello nada, ¿qué pasa papa?”.

Después de disfrutar de piscina y whisky mi tío decide ir al estadero Las Pampas, donde se degustaba el mejor pollo de Aguachica; Roberto al darse cuenta de ello reclama: “¿Pollo, Humberto? ¿Qué pasa, papá? Estamos gastando mucha plata y nada de aquello”. Pero como en las ocasiones anteriores logra persuadirlo y disfrutan de la comelona; después de esta, mi tío dice: “Roberto, vamos a llamar a mi compadre Javier y compramos otra de whisky”; Roberto dándose otro palmada en la frente esboza: “¿A Javier para qué, papá? Estamos en pareja, se nos va dañar la vuelta, y gastar más plata para whisky”. Pero fue convencido nuevamente por mi tío.

Después del whisky y compartir con Javier mi tío le dice: “Bueno, Roberto, llegó la hora, vamos y compramos las pastillas mágicas y partimos para un motel”. Roberto asombrado pregunta: “Humberto, eso para qué, si mi carro prende con las llaves, demora y chasquea, pero prende”. Mi tío con la excusa que eran unas jóvenes hace que Roberto se tome la pastilla. 

Por fin en el motel, cada quien coge para su habitación, pero vaya sorpresa, no había trascurrido 5 minutos cuando en la puerta de mío tío Humberto retumba un golpe, seguido de una voz: “Humberto, Humberto, papá, perdí el año”. Mi tío replica: “Roberto ya ni con la pastilla”; Roberto enseguida increpa: “Humberto, papá, me muero, qué me diste, tengo mareo, ganas de vomitar y no siento las piernas, vamos Humberto, vamos”

Mi tío le pregunta: “Ajá, Roberto, y lo que gastamos”. Roberto le responde: “No importa, que se pierda, vámonos que me voy a morir”. Ante esto emprenden el viaje de regreso sin consumar su deseo.

Pueblo tras pueblo en su regreso, Roberto gritaba: “Humberto para, me muero”, y vomitaba. Al llegar a la Tablilla de Antequera mi tío le pregunta: “¿Roberto, cómo te sientes?”. Roberto dice: “Mejor, Humberto, esas pastillas casi me matan”. Entrando al pueblo dejaron las damiselas para evitar comentarios.

Al llegar al centro del pueblo, Roberto grita: “Humberto, las pastillas están haciendo efecto, mostrando su miembro viril erecto”. Mi tío emputado le dice: “Te jodes, ya las muchachas se bajaron, desquítatela con tu mujer”.

Al día siguiente, temprano, mi tío se encuentra con la esposa de Roberto, la niña Niche, quien muy contenta le pregunta: “Ajo, Humbe, dónde llevaste a Roberto, que anoche estaba bastante eufórico, esos viajecitos e invitaciones debes hacérselas más seguido”.

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Diógenes Pino Sanjur: