Entre Otras Cosas….
Por: Dario Arregoces
Saliéndome un poco de la línea jurídica que ha sido la constante de esta columna, deseo hoy abordar el tema de la música vallenata a propósito de la ceremonia donde se hizo entrega del Grammy Latino, al jilguero Jorge Oñate, en reconocimiento a la Excelencia Musical, para orgullo y complacencia de sus seguidores entre los cuales me incluyo.
Este galardón sólo ha sido entregado al maestro Rafael Calixto Escalona Martínez, con sobrados méritos. Y es que sí algo ha hecho grande nuestro folclor, es ese canto de vaquería, sencillo, melodioso y bucólico, que alude al entorno y que bien puede referirse al verano o a una creciente, a la muerte de un caballo muy querido o al arco iris, a la luna sanjuanera o a un lucero espiritual.
Pero así mismo el canto puede ser motivado por un árbol de guayacán, mango, peralejo o un higuerón. Y de igual forma son fuente inspiradora: el amor de una mujer, la casa, el carro, el perro y hasta una cachucha pueden ser el tema de una composición, para cualquiera de nuestros juglares. Dentro de este contexto, las aves silvestres no han estado ajenas al canto de vaquería, convirtiéndose no pocas veces en piezas magistrales de nuestro folclor, unas veces comparándola con la mujer amada: golondrinas, palomas y gaviotas y en otras ocasiones, con quienes tienen suerte o desventura en el arte del amor. Es así como aparecen: los gavilanes, los cóndores, ruiseñores y turpiales.
Aún perduran en nuestra memoria, los relatos de tigres que atacaban la manada y que la juglaría tomó como símil de los hombres mujeriegos. El merengue de Escalona, titulado El tigre de las Marías, al que oían roncar por la serranía cuando andaba por Casacará y El tigre de Punta Brava de Luis Enrique Martínez, rinden homenaje a conocidos personajes de nuestra región. No obstante, es importante que se aclare si realmente existen tigres en nuestro país, pues la inquietud me nació cuando escuché decir que Los Besotes, sirven de hábitat a estos félidos.
El asunto no es de poca monta, por cuanto con frecuencia la fauna es tomada como símbolos representativos de la identidad de un pueblo. Es el caso del morrocoyo para los oriundos de Aguachica (Cesar), el cui para los pastusos o el cóndor para la región andina, que aparece en nuestro escudo nacional.
El tigre, ha sido motivo de inspiración para la juglaría, pero ¿Qué tan cierto resulta que sea originario de nuestro país? Fue la misma pregunta que al interior de la cárcel de la isla de Robben (República de Sudáfrica), formuló el abogado Nelson Mandela, a los partidarios de su movimiento, cuando fue sentenciado por causa de su ideario político a cadena perpetua impuesta por el régimen segregacionista de minorías blancas, más conocido como el apartheid. (Tomado de su libro autobiográfico: Un largo camino hacia la libertad).La respuesta a este interrogante, lo confieso, me tomó por sorpresa, pues en el continente africano, no hay prueba de la existencia de estos felinos, originarios del continente asiático. Lo cierto es que en Colombia lo que está demostrado es que existen tigrillos, parientes cercanos del tigre.
Pero haciendo a un lado la discusión de marras, me despido con el paseo “Que me coma el tigre” de la autoría de Eugenio García Cueto y grabada magistralmente por otro de los premiados con el Grammy Latino, al mejor trabajo discográfico, me refiero al Cacique de la Junta, Diomedes Díaz quien canta: “Tu lo que quieres que me coma el tigre que me coma el tigre, mi carne morena……”.
darioarregoces@hotmail.com