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“El tigre no es como lo pintan”

El Centro de Formación Juvenil del Cesar ubicado en el norte de Valledupar. Foto archivo EL PILÓN.

Mateo* es un joven de 16 años. A sus 15 cometió un gran error, le disparó con arma de fuego a una persona que quizá no dio razones diferentes a evitar un hurto que le causó la muerte minutos después. El menor fue detenido por las autoridades policivas del departamento y recluido en el Centro de Formación Juvenil del Cesar, antes denominado Centro de Recepción y Observación del Menor Infractor a la Ley Penal (Cromi).

El joven infractor, quien habría estado influido por algún factor psicosocial para cometer dicho delito, lleva tres meses interno en el lugar que cambió de social a raíz de que la institución dedicada a la reeducación, rehabilitación y resocialización de jóvenes infractores de la ley, Asomenores, en Bolívar, indicara que no recibiría más menores que no fueran de dicho departamento.
En el instituto, que a partir del 16 de diciembre de 2014, brinda atención especializada para atender a menores con sanciones largas, llegan chicos con edades entre 14 a 18 años, quienes por infringir la ley penal, ya sea por hurto, porte ilegal de armas, homicidio u otro delito deben cumplir sanciones.

Una de esas sanciones es la de ser formado académicamente. Por tal motivo, Mateo* diariamente debe levantarse a las 5:30 de la mañana, realizar el aseo de su habitación, desayuna e inicia clases, a las que no puede decir no.
A las 7:30 de la mañana, por medio de un convenio del Instituto Técnico La Esperanza y el Centro, este menor, junto con sus compañeros del internado, ingresa uniformado al salón exclusivo para la formación. Recibe clases por ciclos de educación, ya sea básica o de secundaria.

De 7:30 a 11:00 de la mañana, Mateo* recibe clases de materias básicas como matemáticas, español, ciencias naturales, mientras que en las horas de la tarde se forma en áreas complementaria como en educación física, ética y valores, informática y religión.

Actualmente 10 son los profesores encargados de la academia de los 23 estudiantes recluidos en el Centro de Formación Juvenil del Cesar, quienes de 11:00 a 12:00 del día, de lunes a viernes, son intervenidos por parte de profesionales como psicólogo, terapeuta ocupacional, trabajadora social o con la pedagoga.
“Hay niños que dicen: “¡No quiero estudiar!” Pero ellos vienen a cumplir una sanción, y que bonito que a uno lo sancionen poniéndolo a hacer el deber ser dentro de su núcleo familiar”, dijo Rosalbina Herrera Barros, directora del Centro, quien insiste en formarlos, pese a que alguno de ellos les mencionen que no nacieron para “eso”, a lo que ella les responde que “en la vida hay cosas mejores que hacer”.

Debido a que son varios los menores que necesitan estar ocupados, los que no están en intervenciones pasan al área de producción. Actualmente están en el proceso de realización de manillas y pulseras.
Desde abril, los menores voluntarios realizan hermosas figuras en piedras para las damas. Bellas flores y corazones de diferentes colores hacen parte de estos productores que serán expuestos por las directivas en un evento.
“Se tienen pendiente organizar las finanzas para que ellos se den cuenta cuánto pueden producir. Para que vean que pueden ser auto-sostenibles, y que de alguna u otra manera pueden ganarse la plata, pero no robando, hurtando, ni haciéndole mal a ninguno, si no de sus propios medios”, especificó Herrera Barros.

La Directora dijo que gracias al Servicio Nacional de Aprendizaje (Sena), los menores realizan estas manualidades que logran mantener sus mentes ocupadas y dirigidas a la producción y empresarismo.
El derecho de garantía a la vida religiosa también hace parte de los lineamientos de la institución ubicada en la carrera 19E 6-32 del barrio La Esperanza.

Por tal motivo, los sábados y domingos, de 2:00 a 3:00 de la tarde, llegan al establecimiento miembros de una iglesia cristiana y la Fundación La Esperanza para proporcionarles a los menores, capacitaciones, charlas que los acerque a Dios y los haga reflexionar. De 3:00 a 4:00 de la tarde, de los fines de semana, los muchachos también son visitados por un padre de la iglesia católica San Pablo, quien preside una misa.

Además, Mateo*, como los otros menores, cuentan con juegos lúdicos, canchas de fútbol, voleibol y demás para hacer deportes y sanas competencias. Además, asiste a talleres de carpintería, capacitación en empaque y embalaje, atención al cliente, marroquinería, bisutería, entre otros brindados por el Sena.

Cada ocho días, este joven espera ser visitado por su padres y demostrarle con su comportamiento una mejoría.
“Ellos como chicos tienen sus rebeldías, se manejan, se bajan, de pronto el tigre no es como lo pintan, el tigre lo pintan cuando está solo y tienen la libertades en la selva (afuera), pero como está aquí, en un centro como estos, ellos tratan de ser lo que uno les pide ser, porque son conscientes de que no pueden ir por ahí e infringen la norma y tienen una sanción”, mencionó Herrera Barros, quien para ellos es como su madre, aunque le digan ‘Seño’.
Por ahora, ese ‘tigre’ pintado en Mateo* por algunos factores externos al parecer desapareció, y él tanto como los otros menores, solo esperan graduarse para demostrarle a sus familiares que sí pueden superarse y reintegrarse a la sociedad como jóvenes de bien.

Sin embargo, la superación no sería viable sin el apoyo de los padres y de la misma sociedad.
Según la psicóloga y actual coordinadora general del Centro de Formación Juvenil, Lina Zúñiga, el menor puede tener riesgo de reincidir si sigue en su mismo entorno, es decir por el alto consumo de sustancias psicoactivas, falta de acompañamiento de las familias y la ausencia de autoridad paternal, sumado a la falta de prevención e intervención temprana.
El Intendente Jaime Padilla, comandante de la Policía de Infancia y Adolescencia Cesar, especificó que la reincidencia se percibe en gran porcentaje debido a la falta de autoridad de los padres.

Los problemas económicos del Centro
En la administración anterior del llamado Cromi se dieron algunas inconsistencias de tipo presupuestal, según lo dio a conocer la actual directora, quien agregó que gracias a Dios todo estaba subsanado. “A los recursos se les están dando las destinaciones específicas”, especificó.
Aclaró que los coofinanciadores del centro son: Gobernación del Cesar, quien se encarga del pago de nómina; Alcaldía, dedicada a la administración general; ICBF, dedicada a los recursos que tengan que ver con la garantía de los Derechos Humanos de los menores, entre otras entidades como Sena, Policía Nacional y demás.

“El ICBF nos hace la supervisión, está pendiente de que se den los lineamientos, que la prestación del servicio sea el idóneo, es decir que al niño se les garantice todos sus derechos que pueda tener un menor en el entorno familiar”, dijo Herrera Barro, quien se proyecta para que el año entrante el presupuesto sea de acuerdo a las necesidades reales del Centro.

Mayor seguridad
De cuatro a 10 formadores hombres pasó a tener el Centro de Formación Juvenil del Cesar, debido a la modalidad de privación de libertad que exige mayor seguridad.

De ahí algunos cambios en la infraestructura de la institución que independizó las entradas del reclusorio. La parte administrativa ingresa por un sitio distinto de donde existe el acceso para los jóvenes que son llevados al sitio ya sea de modalidad transitoria, privación de libertar u otros, con el fin de garantizarles el derecho a la intimidad.
En cuanto a la modalidad de transitorio, el joven que dura alrededor de 36 horas en el establecimiento, mientras se le resuelve la situación jurídica, tiene de forma exclusiva una unidad habitacional, aislada de los demás recluidos debido a que está de paso por el instituto.

Quieren que se trasladen
El mayor temor de los habitantes del barrio La Esperanza, es que algunos de los jóvenes tome la decisión de fugarse del Centro de Formación y ponga en riesgo a la vecindad, tal como sucedió en el 2005 cuando 11 menores entre 13 y 17 años se fugaron del establecimiento, y que minutos antes mantuvieron secuestrado a un docente.

Sin embargo, la Directora del instituto dio un parte de tranquilidad para la comunidad, e indicó que ahora existe mayor seguridad, aumentó el número de formadores, según la exigencia de los lineamientos del ICBF y, además, existen cámaras de seguridad.
De igual modo, mencionó que la institución no fuera posible sin el acuerdo que se logró en el año 1993 entre las entidades que conforman la Junta Directiva y resaltó que la participación de los entes ha sido positiva, sin embargo dice que espera y guarda la fe en Dios que los entes territoriales estén atentos a los proyectos que permitan el beneficio de los menores.

Por Merlin Duarte García/El Pilón
merlin.duarte@elpilon.com.co

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