Hace más de un año que estamos en esta angustia del coronavirus y de toda esa nefasta pandemia del covid-19 que azota al mundo; que fue notificado por primera vez en Wuhan (China) el 31 de diciembre de 2019 y del cual nosotros, en nuestra tierra vallenata, no hemos podido sustraernos; las estadísticas nos muestran un angustiante panorama.
Iniciamos un proceso de cuidado y protección ante un ‘bicho’ del cual no teníamos ni idea; sin saber a ciencia cierta si era un virus que nació, ¿de dónde o cómo? O fue engendrado por manos criminales. Vaya usted a saber.
Durante este tiempo nos enfrentamos a circunstancias que se convirtieron en retos: situaciones estresantes, dolor de ausencia y el despedir sin hacerlo, a seres queridos a quienes tuvimos que enterrar o incinerar y verlos partir más solitarios que nunca, pues ni al cementerio podíamos llegar a darles el adiós póstumo.
Las medidas de salud pública, como el distanciamiento social, cambiaron todo el panorama, nos encerraron y pensábamos que esto iba a ser pasajero. Qué equivocados estábamos.
Hoy seguimos equivocados, y muchos siguen pensando que esto no tiene la suficiente razón para cuidarnos y aceptar que el problema es de todos y no es exclusivo de aquellos a los que el virus ha tocado y desde luego nos ha dolido, pues se ha llevado a muchas personas cercanas a nuestros afectos, amigos y familiares.
Al momento de escribir esta nota, un Twitter de la Secretaría de Salud municipal nos indica que en Valledupar la situación UCI COVID 19 alcanzó el 99 % de ocupación de camas de cuidados intensivos: a corte del 25 de abril de 2021 no hay camas disponibles y 401 nuevos casos en el Cesar.
Se impuso el toque de queda nocturno, y el pico y cédula para ciertas actividades. Encierro total los fines de semana, pero no se instaló en nuestro cerebro la palabra responsabilidad. A través de las redes sociales se ven muchas personas pasándose por la faja las medidas implementadas por la administración municipal. ¿Y qué pensar ante esta actitud? Pues sencillo, que somos unos irresponsables de tiempo completo; que nos vale ver morir a la gente sin ton ni son. Irrespetar las normas no nos hace inmune, hay que entender esto. El mal no se le hace al alcalde ni al gobernador, qué ilusos somos por Dios.
En mi caso particular, el año pasado tuve que vivir en carne propia lo complejo de este virus, fueron quince días aciagos en los que me afecté física y emocionalmente; este año el contagio volvió a tocar la puerta de mi casa y aquejó a mi hijo, obligándonos al aislamiento total. Gracias a Dios, volvimos a salir ilesos; pero nos queda, desde la experiencia vivida, pedir de manera especial, por favor, ¡vamos a cuidarnos!
Seamos responsables y actuemos como seres pensantes y racionales. Es una verdad esto que estamos viviendo, una nueva cepa y un tercer pico más mortífero; ¿y aun así no creemos? seamos serios. Sólo Eso.