Luis Napoleón de Armas P.
El terrorismo es un mal parto de la guerra; es la guerra de las minorías, de aquellos que no tienen ejércitos regulares y creen que es la forma de vengarse de sus enemigos, a veces gratuitos; por lo general, se fundamenta en sentimientos patrioteros o chovinistas, con cargas o no de fundamentalismos religiosos, y son una manifestación de inconformismos no sublimizados o de falsos libertadores. Claro, muchas veces son cultivados desde afuera.
El terrorismo hace parte del negocio de la guerra; es como producir bacterias para luego vender las vacunas. Pocos lugares del mundo han escapado de esta práctica. Y no es lo mismo vivirlo que mirarlo desde la barrera; cuando se da en el patio del prójimo no se valora en su verdadera magnitud, se ve como juego de niños lanzando bengalas; el olor a muerte no se siente y el dolor causado es tan lejano que se diluye.
Por eso, quienes lo venden con sus comportamientos, no se interesan en combatir sus causas; las tragedias ajenas no importan. Ahora que este fenómeno ocurre en los EE.UU., pegan un grito en el cielo pero no se preguntan, aunque lo saben pero no lo reconocen, porqué existe esta modalidad de lucha. Un solo volador de fiestas de pueblo paralizó a la mayor potencia mundial; es que poner los muertos con el invento de uno mismo, es para estrujar la conciencia. El terrorismo es un monstruo de Frankenstein que se ha salido de las manos de su creador. Lo de las torres gemelas fue el primer campanazo de alerta de que para el terrorismo nadie puede estar tranquilo.
Pero la reacción fue de fuerza, Talión a la mano, pero en forma indiscriminada; la destrucción de Irak y la interminable guerra en Afganistan, han sido la contrapartida. Esa no es la forma de acabar con el terrorismo. ¿Qué tal que los EE.UU hayan vivido las escenas de terrorismo que hemos padecido los colombianos por muchos años? Ya habrían acabado el mundo. Lo de Boston frente a los eventos de Pablo Escobar, los de las guerrillas colombianas y otros grupos, no es mas que una caricatura.Creo que el mundo hay que repensarlo, dejando atrás la soberbia prepotente y la arbitrariedad chovinista. El terrorismo, venga de donde viniese, es abominable, no escoge víctimas, dispara en la oscuridad, hay que evitarlo pero con políticas inteligentes e incluyentes. No hay efecto sin causa.
Otro sí. La puya, por su rigidez y pobreza musical, sigue sin convencer a muchos, pero la Fundación del Festival insiste en mantenerla en la UCI.