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El tan controversial fracking

Sin ambages, me declaro totalmente opositor de la explotación de petróleo y gas natural a través de fracking (fracturación hidráulica, en español), no es para menos, a sabiendas de que múltiples prominentes expertos en este tema, han pronosticado que las reservas de petróleo y gas natural de la parte superficial de la tierra se agotarán a mediados del siglo 22; es decir, en 130 años.   Tiempo suficiente para que las energías no fósiles (también conocidas como energías renovables) se desarrollen a plenitud.

Desafortunadamente, están aumentando los países que están acogiendo el fracking, a pesar del incremento de la escasez del agua y el cambio climático que produce la utilización de energías fósiles productoras de gases con efecto invernadero, además de otras sustancias contaminantes del   aire que atentan contra la salud de la humanidad.

El fomento del fracking es una flagrante violación del Acuerdo de París, aprobado en 2015 para frenar y transformar la acción climática mundial, apoyando en la mejor forma posible a los países pobres y en desarrollo. Los países desarrollados firmantes de dicho acuerdo deben contribuir a financiar la mitigación y la adaptación en los estados menos pudientes.

No es nada fácil prescindir del petróleo y sus derivados, y del carbón otra fuente de energía no renovable o fósil. Hoy día, la eliminación de tales energías paralizaría el mundo, pues de ellas depende casi todo el transporte mundial. Muchos medicamentos, servicios de electricidad, preparación de alimentos, fertilizantes, insecticidas, vestidos, zapatos y muchos más elementos utilizados por la humanidad son elaborados de petróleo y sus derivados, a pesar del adelanto tecnológico no se han podido reemplazar por otras materias menos nocivas para el medio ambiente y la humanidad.

La explotación habitual o convencional de petróleo, que es extraerlo de profundidades inferiores a mil metros lineales (un kilómetro), donde se encuentra en reservorios naturales, es menos nocivo para la humanidad y el medio ambiente, que la explotación por fracking (fractura hidráulica) o sea la extracción no convencional, que es sacarlo de profundidades superiores a los mil metros y hasta los 5 kilómetros, sitios donde el petróleo se encuentra pegado a las rocas, las cuales son fracturadas inyectando un fluido a alta presión, compuesto básicamente por agua (más del 90%), un poco de arena y una serie de aditivos químicos como el metanol, el ácido clorhídrico, benceno y otros disolventes (en promedio unos 14 aditivos químicos, todos muy tóxicos). 

Cada pozo para la explotación por fracking, en promedio, requiere 25 millones de litros de agua, lo que disminuye la cantidad de agua en la tierra. Injustificable la extracción de petróleo y gas de profundidades enormes que requiere de fracking, conociéndose el perjuicio que le causa a la humanidad y al medio ambiente.

En Colombia, se pondrá en prueba el fracking para la extracción de hidrocarburos. Ecopetrol y ExxonMobil participarán en el pilotaje, que se desarrollará en el municipio de Puerto Wilches, Santander. Esta iniciativa ha suscitado un fuerte rechazo tanto en la comunidad nacional como internacional. 

Desde 2014, a las cortes colombianas han llegado las protestas de la ciudadanía. Los gobiernos de Juan Manuel Santos y de Iván Duque han impulsado la ejecución del fracking, argumentando la garantía energética.

Los ambientalistas y activistas prosalud seguiremos en la lucha, porque lo mejor para la humanidad es vivir con buena salud en medio de un ambiente armónico; en consecuencia, desde esta columna pregono un NO rotundo al fracking.     

Por José Romero Churio

Categories: Columnista
Tags: fracking
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