A dos meses de haber iniciado el paro y la movilización nacional se produce una suspensión de las actividades, interrupciones, concentraciones y marchas, luego del fracaso una vez más de los Diálogos y negociaciones entre el llamado Comité nacional del paro y el Gobierno nacional. Esa movilización llevó a las calles a cientos de miles de colombianos en su momento de mayor auge y efervescencia, pero con el transcurrir del tiempo, el desgaste de las partes, la afectación económica y el mantenimiento de altos índices de la pandemia, ya eran solo algunos pocos miles los que marchaban.
Se harán los balances sobre quiénes han ganado con el paro. Se pueden tener opiniones en el sentido de que todos fuimos perdedores, los organizadores, sindicatos y especialmente los jóvenes, el gobierno y la sociedad. Lo más estremecedor: la pérdida de vidas humanas, las violaciones de los derechos humanos, no solo contra manifestantes sino contra jóvenes policías; la polarización extrema, la estigmatización y la exposición del gobierno y de Colombia ante el mundo como país en caos, y las extralimitaciones de la fuerza pública, saldo final de un pésimo manejo de la política exterior. Paradójicamente, lo hemos repetido, la gran mayoría de los colombianos respaldaron el paro pero también estaban de acuerdo con su levantamiento.
En la costa Caribe se manifestó la gente, principalmente los estudiantes, y se hizo con altura, de manera creativa y pacífica. Pudo haber algunos conatos de vandalismo como los vividos algunos días en la ciudad, protagonizados por unas cuántas personas, menores de edad principalmente. Eso no opaca la demostración de una juventud que quisiera coger las riendas de la sociedad y no la dejan desplegar sus energías y sus voces.
Nadie puede cantar victoria: cabe recordar que en noviembre de 2019 hubo una inmensa participación de la ciudadanía en protestas que llegaron hasta la casa familiar del presidente, en el norte de la capital de la República, en medio de ensordecedores cacerolazos en las principales ciudades. En ese entonces, el diálogo no prosperó, la pandemia durmió la protesta pero el problema estaba ahí, y si antes era grave la situación de insatisfacción ciudadana, era previsible que con la crisis de salud, los confinamientos y el aumento de la pobreza, iba a ser mayor.
El covid, la falta de gobernabilidad, en la nación y en las regiones, y el estallido social se unieron en un explosivo cóctel que envolvió la agenda en los últimos dos meses. Y como si fuese poco, el avecinamiento de las elecciones al Congreso y a Presidencia el próximo año avivaron las interpretaciones, las motivaciones, la propaganda, siempre negativa, y las estrategias.
La gente que salió a la calle no estuvo representada por los partidos políticos, ni el gobierno, ni las instituciones tradicionales. Es la irrupción de una nueva ciudadanía que no pide permiso. Si el eje de desarrollo en las regiones -el paro se dio en ellas- fue la combinación de gobierno, empresa y academia, ahora entrará a participar también la sociedad civil. Ese encuentro, ese diálogo, señores del gobierno, está pendiente.