Valledupar, historia contada con el corazón en la mano. Nos encanta creer que tenemos el mejor vividero del mundo. Las canciones y las anécdotas que llegan hasta la definición de nuestro Gabo diciendo que sus novelas no eran más que un vallenato extenso nos ayudan a idealizarla.
Si nos pusiéramos en la tarea de revisar el Secop con respecto a la inversión en cultura ciudadana que se ha hecho en los últimos 15 años, creo que nos sorprenderíamos; no solo por los muchos miles de millones invertidos, si no por los inexistentes avances al respecto, y mejor ni menciono a los ejecutores de dichos contratos. ¿Por dónde empezamos? Cultura ciudadana se define como el conjunto de conductas, valores, actitudes e incluso percepciones que comparten los miembros de una sociedad. Como tal es un constructo colectivo, no algo que se rocía o crece silvestremente como algunas plantas, tampoco con los discursos elaborados de nuestros políticos. De hecho, allí es donde mejor se aplica aquello de: “la mejor enseñanza es el ejemplo”.
La cultura ciudadana debe formar valores éticos, morales, de cooperación y corresponsabilidad que fortalecen la convivencia. También debe robustecer la democracia haciendo énfasis en los derechos, deberes y libertades ciudadanas además, por supuesto, de solidaridad y tolerancia entre los ciudadanos. De todo ese conjunto, somos muy buenos reclamando nuestros derechos, más bien sordos con nuestros deberes, flojos para las corresponsabilidades o tolerancia y peor con las libertades y los derechos de los demás.
Solíamos regar no solo nuestras plantas si no también las de los bulevares y nuestros vecinos, no había necesidad de los escobitas de Interaseo porque todos cuidábamos de no ensuciar y por supuesto no había tantos amantes de hermosos perros dejando su porquería en las calles para que la lluvia se lo lleve. El “no robarás” era más fácil de entender porque no teníamos tantos ‘vivos’ tratando de pagar sus lujos y excesos a costa de los dineros del Estado. Por cierto, no está de más que recordemos que esa es nuestra plata, es nuestro deber velar por su buena administración.
Últimamente muchas voces reclaman al alcalde porque ponga el orden que ofreció durante la campaña, olvidando el carácter y la responsabilidad colectivos de los resultados. Como tal si llegásemos a reconocer que hay una ciudad fallida, alcalde, recordemos, no es impulsando un nuevo contrato millonario que pueda irse por el drenaje en vez de solucionar la falta de civismo, tolerancia, respeto y participación que una ciudad cívica requiere. Todos tendríamos que estar dispuestos a contribuir porque no hay policía que pueda controlar las más de 100 mil motos que transitan como bólidos por nuestros andenes y en contravía, más las camionetas y carros que parquean donde se les da la gana. Esos policías igualmente tendrían que proponerse participar más en las actividades de control, en vez de aquellas que los han vuelto tristemente célebres en los últimos meses.
¿Nuestros políticos? Para ello necesitaríamos mucho más que esta página, y el curso completo sobre buenas costumbres electorales. Empecemos individualmente para exigir colectivamente.