El amor y el dolor son las dos expresiones humanas de mayor poder de convocatoria. El amor es un sol sin penumbra, que sin quemar ilumina los encantos de la vida. El dolor de la muerte es la sombra que aproxima los senderos de melancolía.
El principio del amor es la palabra. Cada palabra tiene su propia luz; aunque existen otras que no alumbran, queman, y por eso merecen el destierro. El poeta utiliza palabras iluminadas que son puentes de reflexiones y diálogos, invitaciones a la defensa del pensamiento y la libertad. Los tiranos y los insensatos utilizan palabras oscuras y explosivas, trincheras para extender los abismos del caos.
La palabra iluminada es poesía, es música, es fiesta en el corazón y la memoria. El amor y el dolor son génesis de la poesía y el canto, y de todas las manifestaciones de Artes. La verdadera inspiración nace del asombro, de ese suceso o ese instante que estremece el alma. En el cancionero vallenato son emblemáticas las canciones de amor por la mujer, por la amistad y por la tierra nativa, y también por el dolor que produce la muerte de un familiar, de un amigo o de un personaje. Una de las canciones vallenatas que mejor identifica los sentimientos colectivos a la amistad es ‘Elegía a Jaime Molina’, del maestro Rafael Escalona.
La pasión por la poesía popular y la música son las fuerzas que convocan a las personas para el Festival Vallenato. Razón tiene el escritor Leo Castillo al afirmar: “Ninguna manifestación folclórica de nuestra rica geografía colombiana ha levantado más el alma de los pueblos que el vallenato, y Rafael Escalona encarna la avanzada de su universalidad”. Por la calidad de sus obras, los compositores y los intérpretes logran convertirse en personajes de una región. Y cuando un personaje muere, la sombra del dolor se contagia de pesares y la solidaridad se abraza con la muchedumbre que peregrina en las calles.
En estos días que se conmemoró el primer aniversario de la muerte del joven cantor Martín Elías, recordé el sepelio de Hernando Marín (7 de septiembre de 1999): delegaciones de los pueblos del Caribe colombiano unidos por la magia de las canciones del cantor guajiro se confundieron en un inmenso rio humano para acompañarlo a su última morada, cementerio central de Valledupar. Ese dolor que produce el espejo penumbroso de la muerte nos hace más sensible al valor de las palabras, a su esencia vital que es la poesía.
Hernando Marín, compositor de la poesía narrativa, personaje luminoso del canto y atleta incansable del folclor. Él sabía que el sol y el agua son más que una metáfora, por eso cantó, y sigue cantando porque la poesía es invencible a la muerte: Yo quisiera estar cerquita del cielo para jugar con el sol. Quisiera juntar el cielo y la tierra y unir las aguas de Dios.