Esta semana, la editorial del periódico El Tiempo puso de presente la crítica situación de los sistemas masivos de transporte del país. La pandemia propuesta por el covid-19 exacerbó la situación de Transmilenio, ajustándole otra estocada, poniendo en serios aprietos su supervivencia. Este efecto difiere de la investigación realizada el año pasado por The Boston Consulting Group (BCG), en la que sugiere cómo los sistemas de movilidad urbana pueden cambiar para satisfacer las necesidades de las poblaciones futuras.
Plantea el informe que estas poblaciones en crecimiento, junto con los sistemas de transporte envejecidos e ineficientes y el aumento de la propiedad de automóviles, están generando congestión y obstaculizando la productividad. Los sistemas de transporte inadecuados también ponen en peligro la salud a través de las emisiones y los accidentes de tráfico, y exacerban la desigualdad social al restringir el acceso a la educación, el empleo y la atención médica.
Asimismo, los nuevos modelos comerciales y las innovaciones tecnológicas, incluidos los vehículos autónomos compartidos, perturbarán aún más la movilidad urbana en los próximos años, erosionando la viabilidad de los modelos tradicionales y fragmentando los sistemas de movilidad. Como parte de esta transformación, las soluciones de movilidad urbana se entregarán y consumirán como un servicio a través de dispositivos digitales, lo que acelerará el abandono de la propiedad de vehículos personales. Se creía que la solución a los problemas del transporte urbano serían soluciones de movilidad compartida bajo demanda; en cambio, la movilidad urbana se ha deteriorado debido a una sobreabundancia de modos, las autoridades municipales deben asumir la responsabilidad de esto, abriendo espacios o convocatorias a los jugadores privados.
Los Sistemas de Transporte Público de Colombia necesitan reorientar el modelo para evitar que continúe el descalabro financiero, en aras de soportar la presión que ejerce la creciente población urbana. Este panorama refrenda mi preocupación por la paquidermia que desarrolla el Sistema Integrado de Transporte de Valledupar.
En su momento consideré la operación de este proyecto como el de mayor envergadura de los últimos 20 años en nuestra ciudad, pasado el tiempo la gestión ha sido famélica, incluso su imprevisión impactó al punto de quebrar al incipiente sector comercial del centro histórico.
Esta semana, en entrevista concedida a esta casa editorial, la gerente del SIVA manifestó que van a comprar 140 buses climatizados. Espero que los criterios de esta decisión estén basados en argumentos técnicos y consecuentes con las demandas de la ciudad, y que haya sido concebida con el concurso del sector privado, porque ante una consuetudinaria desarticulación no tengo dudas de que el mototaxismo y la incultura ciudadana seguirán mandando.
La movilidad sostenible solo será posible cuando la energía primaria para la locomoción proceda de fuentes renovables. Bajo ese pronóstico he osado en proponer un sistema de transporte (Tranvía) movido con energía solar fotovoltaica, desde luego, reconozco el costo del proyecto, sin embargo, es pertinente analizar las variables, incluso el impacto favorable para el turismo, considerar el largo plazo y contar con jugadores del sector privado. Seguir improvisando, como se ha hecho con el SIVA, solo conduce al fracaso, no exagero, ha ocurrido varias veces en Valledupar.