“Bienvenida la Cultura”, fue el título que se me ocurrió para titular la columna de opinión publicada el 15 de agosto de 1997 (hace 27 años) en El Diario Vallenato, valioso esfuerzo de la siempre recordada Lolita Acosta, en la que describí la acertada posesión del primer ministro de Cultura, Ramiro Osorio, actual director del Teatro Julio Mario Santodomingo, de Bogotá, evento realizado en las instalaciones de la Escuela de Bellas Artes de la UA en la ciudad de Barranquilla. Inocentemente inicié la columna con esta frase: “Se inicia el verdadero camino hacia la culturización del pueblo colombiano…” y más adelante se lee: “… Ahora, con el nuevo ministerio, creo que, de alguna manera, se podrán controlar los excesos que se cometen contra el buen lenguaje, la poesía y el mensaje que debe caracterizar una expresión culta de nuestra música… Actualmente, además de impulsar el vallenato alternativo (nada que ver), la comercialización del mismo ha provocado una proliferación de “compositores” facilistas que, ante la falencia de recursos literarios y musicales, descomponen sílabas, cambian los acentos, atropellan la métrica y se alejan de la rima, al mismo tiempo que utilizan términos grotescos y mensajes de doble sentido que rayan en la chabacanería, lejos de considerarse sanos en un contexto crítico de la cultura como tal… la comercialización le ha esquilmado a la música popular su derecho natural de ser vehículo transmisor de cultura; lo que hoy se escucha, desinforma, mata la tradición y maltrata el idioma…”.
Larga introducción para intentar argumentar la inquietud de Jairo Mejía en reciente columna de EL PILÓN en la que expresa: “…No sé qué se debe hacer, no sé cómo se deba actuar…” y a su pregunta al “… ¿qué hacemos para cambiar la realidad?…” escritas en un excelente planteamiento de rechazo a la canción multirrapera +57.
Creería que el sólo título atropella la soberanía popular de la nación colombiana y desdibuja la buena imagen del ciudadano colombiano en el exterior (¿violación del derecho constitucional sobre la dignidad humana?). Se podría decir que se está cometiendo un delito, cuya definición, si existe, se la dejo a aquellos que manejan el Derecho Administrativo, lo que también puede generar una discusión sana sobre este atrevido razonamiento, el cual nace de la impotencia frente a la falta de poder para controlar estos excesos.
Creo que ese poder de control lo debe ejercer el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes, que, como cualquier institución del Estado puede reglamentar apartes de la Ley, en general, con el respaldo del Congreso de la República (¿me corrigen?). En alguna oportunidad lejana, cuando nos encontrábamos implementando Sistemas de Gestión de la Calidad ISO 9001, en entidades públicas y privadas, donde se exigía este Certificado de ICONTEC para la contratación estatal, se nos ocurrió, por iniciativa de Santander Durán Escalona, intentar la implementación de un Certificado de Calidad para las producciones de Música Vallenata Tradicional que controlara el respeto por el lenguaje y sus mensajes, en una obligatoriedad legal, para las producciones fonográficas de circulación pública, las cuales representan, repito, un vehículo de transmisión de cultura. Este Certificado de Calidad ICONTEC debe ser, reitero, responsabilidad del Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes.
Este caso de la canción +57, me llevó a releer apartes del libro “La civilización del espectáculo” del Premio Nobel de Literatura 2010 Mario Vargas Llosa, en el que recordé varias definiciones del término “cultura”, que ha ido variando a través de la historia, y la realidad actual de su significado. De arrancada, la introducción de esta obra se titula “La metamorfosis de una palabra” y en su primer párrafo: “… la cultura, en el sentido que tradicionalmente se ha dado a este vocablo, está en nuestros días a punto de desaparecer…” y algunas referencias sobre el particular: “… Es posible que la cultura ya no sea posible en nuestra época…”. Cita Vargas Llosa a Guy Debord: “… El espectáculo es la dictadura efectiva de la ilusión en la sociedad moderna…” y la interpretación de Vargas de la tesis central de Dubord es que la alienación ha copado la vida social sustituyendo la verdad de lo humano por lo artificial y lo falso; y añade: “… Lo que inventan las industrias culturales (léase en nuestro medio Economía Naranja) no es más que una cultura transformada en artículos de consumo de masas…”. Concluye su introducción Vargas en que, la distinción entre precio y valor se ha eclipsado y ambas cosas son una sola “… el único valor es el comercial…”.
Preocupantes los planteamientos del Premio Nobel y su recopilación de tratadistas reconocidos, quienes abordan la pérdida galopante del verdadero significado de la cultura, no como solo la suma de diversas actividades, sino como un estilo de vida, según S.T. Eliot, que debe propender por un verdadero Desarrollo Humano.
Por: Carlos Llanos Diazgranados.