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El sicario urbano de Valledupar

Grave lo que ocurre en la ciudad. La capacidad de asombro de los habitantes de la capital del Cesar está intacta, cada ciudadano que muere por las balas de los sicarios que tienen arrinconada a la comunidad, duele como si fuera el primero.
El miedo a salir a la calle, de ser presa fácil de los delincuentes, tiene enferma a la ciudad. La paranoia que deja cada caso que se conoce, se reproduce aceleradamente y una situación que pudo controlarse, pronto desbordará cualquier estrategia que se quiera implementar.
La muerte de la docente de inglés Avis Milex Villalobos, ocurrida el siete de diciembre en el barrio Dangond, colmó la paciencia de los vallenatos. ¿Hasta dónde hemos llegado?
La vida de los demás para un sicario no vale nada. No vale nada porque ellos no tienen valores, como el respeto, el amor y la responsabilidad. Los delincuentes que hoy recorren la ciudad de norte a sur y de este a oeste, son sicarios de sangre fría. No les importa matar por un celular, por el bolso de una mujer o por el reloj de un hombre. Les da lo mismo irse con el botín o sin él, pero les importa más atacar físicamente a su víctima.
En Valledupar hay dos tipos de delincuentes: los nato, que nace con predisposición para matar –de esos abundan- y los otros son delincuentes que van dejando la droga que producen los narcotraficantes colombianos, la que no alcanzan a enviar a otros países y se convierte en la mercancía que nutre el mercado nacional. Para comprar la droga que ya los tiene adictos y sin oportunidades sociales, se ven ‘obligados’ a robar y en el momento que cometen el delito, en medio de su desesperación, matan.
A la docente Villalobos no le robaron nada material. Le quitaron su vida, lo más preciado. ¿Qué sintieron los dos delincuentes horas después cuando se enteraron que a la mujer a la que le habían disparado sin poder robarle nada, había muerto?
Es un gran problema social, que debe examinarse con lupa, no como un tema de seguridad ciudadana, si no sicosocial, que ponga a pensar a sociólogos, sicólogos, trabajadores sociales, en fin, a todos los expertos que ayuden finalmente a encontrar la luz al final del túnel. Este mes de diciembre es una prueba ácida para toda la comunidad vallenata, para sus autoridades civiles y policiales. La solidaridad y la colaboración de la ciudadanía son clave y la disposición de las autoridades para contener a este monstruo de mil cabezas, es parte de la solución.
En urgente que las autoridades demuestren que sí vale la pena denunciar. Hoy muchos ciudadanos tienen más miedo porque se han atrevido a denunciar al delincuente y este se pasea de nuevo por las calles como si nada. ¿Qué otra cosa tiene que pasar para que se vean resultados? Acaso no son suficientes las vidas de los ciudadanos víctimas de los delincuentes.

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