Quizás uno de los temas más apasionantes en la vida del ser humano es el relacionado con su sexualidad, ya que de esta depende en gran medida su desarrollo evolutivo, mental, psicológico, social y afectivo, que lo transporta de manera esplendorosa y mágica a un mundo imaginario lleno de fantasía y romance, capaz de hacerle olvidar las penas aunque sea de manera transitoria, pero lo consigue.
La sexualidad humana ha estado ligada a la felicidad y por tal razón los esposos Master & Johnson en 1966, publicaron ‘La Respuesta Sexual Humana’, en donde lograron plasmar los resultados de un amplio estudio sobre los diversos trastornos que rodean el comportamiento sexual de las personas, entre ellos, el componente psicológico como punto de partida para la consumación plena del goce y del placer.
En el estudio establecieron cuatro fases concretas: excitación, meseta, orgasmo y relajación. Pero para lograr integrarlas de manera armónica, desde luego que el cuerpo y la mente deberán de igual manera comportarse como una orquesta sinfónica capaz de producir las más finas notas para poder extasiar esos oídos ardientes en un cuerpo ávido de cariño que conduzcan a la consumación del deseo y del placer de manera corresponsable y amena.
Inferimos entonces, que todo arranca con la excitación o primera fase, la cual depende del estado anímico, emocional, el pensamiento y las emociones que son las que finalmente dan la orden del arranque o del pitazo inicial. Me preguntará usted querido lector: ¿Qué carajos tiene que ver el coronavirus con mi sexualidad? Pues bien, hemos descrito en otras columnas que el confinamiento o aislamiento preventivo provocado por la pandemia derivada del covid-19 es capaz de producir trastornos del sueño, ansiedad, angustia, problemas laborales, económicos e inclusive llevar a la depresión.
He aquí el punto donde la mente se separa del cuerpo, de la orquesta, y empieza a entonar su propia melodía y a bailar a su manera, y no de la mejor. Cuando suceden este tipo de fenómenos disociativos, es como si se dañara el motor de arranque de un vehículo; dele llave y dele llave y nada que prende, ni empujado. La sexualidad humana está inmersa en ese binomio (cuerpo y mente) que debe ser perfecto para que la fase de excitación se dé a plenitud con todos los presupuestos que el acto mismo requiere y transporte a los pasajeros a toda velocidad por las otras tres fases.
Al descubrir las más profundas y sinceras pasiones del ser humano en su conjunto, el coronavirus le ha impuesto a las parejas de hoy uno de sus más grandes retos y desafíos: demostrar qué tan fuerte son mental y sexualmente en tiempos difíciles.
Crear un escenario de confort para llegar al clímax de dicha relación no es tarea fácil en las actuales circunstancias. Una serie de conflictos que hoy se producen en los hogares son producto de la misma desesperación e inconformismo que produce el confinamiento y esa nefasta sensación de sentirse preso, limitado y cautivo en su pensamiento y en su cotidianidad y de alguna manera acentúan los problemas y se tornan más visibles ya que la convivencia se hace más cercana y prolongada, y puede tornarse monótona e inestable. Es por eso que en medio de toda la ola de desesperación, temor y miedo generado en esta época nefasta para la humanidad, el ser humano no puede dejar de lado su sexualidad, el deseo, las ganas de sentirse vivo y más importante que el coronavirus, interpretando el amor y el sexo como una pasión sublime que arropa todos los sentimientos, sensaciones, percepciones y emociones del cuerpo de manera integral, como un todo, y lo conduce sin notarlo tal vez, a trazar metas y objetivos para lograr la razón final de su existencia: la felicidad.
Sin duda alguna esta será una prueba de fuego para las parejas, y aunque según datos de la Súperintendencia de Notariado y Registro los divorcios han disminuido en un 50 % en el mismo periodo del año anterior, son muchos los que han optado por la separación como una manera de eludir una realidad que no siempre es justa. Solo queda amar de manera intensa y profunda como si fuese la última vez para demostrarle al coronavirus que el sexo y el amor son más fuertes que el miedo y el temor ocasionado por él.