Un día un sapo vio a la distancia una luciérnaga que brillaba mucho. Emocionado le preguntó ¿cómo te llamas? Catalina.
-Respondió ella. Bueno, yo me llamo “El más Guapo ” La luciérnaga se echó a reír. El sapo preguntó: ¿de qué te ríes? Es que yo no creo que un sapo como tú se llame el más guapo -dijo, si todos te conocen en el pueblo. Pero como la luciérnaga se fijaba que no era tan feo para llamarse así, investigó sobre él y todos le decían que se llamaba “El sapo verde”
Entonces salió a buscarlo donde vivía, pero no lo encontró. Pasó mucho tiempo y no lo volvió a ver, pero como él era muy conquistador, ella se había enamorado profundamente de él aunque no supiera quién era en realidad.
Una tardecita que paseaba por el rio lo encontró nadando, y sin ocultar su alegría por volverlo a ver le preguntó: ¿por qué te fuiste? Él respondió: porque tú ya te diste cuenta que yo no me llamo así sino que me llamo “El Sapo verde”, y con pena bajó la cabeza. Ella subió a su hombro y dijo: te perdono, pero no te vuelvas a ir. Lo prometo, dijo él, inocente del peligro: una culebra hambrienta llegaba junto a ellos dispuesta a atacar. Se enroscó, levantó su cabeza, abrió la boca y mostró su delgada lengua.… El sapo seguía entretenido con la luciérnaga.
Ella vio que ya había oscurecido y por eso encendió su luz y fue cuando pudieron ver los dientes de la culebra a punto de morderlos, pero la luminosidad la encandiló y falló. Tuvo que huir a ciegas, con hambre y con la brillante luz persiguiéndola.
El sapo agradecido con la luciérnaga por haberlo salvado con su luz y arrepentido de decirle mentiras le prometió cambiar y cuidarla cada día. Por eso mucho tiempo después se casaron y vivieron felices para siempre.
Pero nadie nunca se imaginó que una luciérnaga se enamoraría de un sapo.
Y mucho menos que un “Sapo verde” se casara con una luciérnaga.
Por: Camila Yiceth Castilla Nevado – I.E. Técnico José Celestino Mutis de Guacoche.