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El río a la ciudad y la ciudad al río

El Guatapurí es el único río no contaminado que pasa por una cabecera municipal en Colombia, y Valledupar es el territorio privilegiado que se ha hecho famoso por la exuberante belleza de paisajes como este y por el legado de sus juglares.

El balneario Hurtado, con un 1.5 kilómetros de extensión sobre la margen derecha del afluente, diariamente recibe a cientos de visitantes, miles durante los fines de semana. Allí están ubicados 179 comerciantes que conforman la Asociación de Vendedores de Hurtado y otro tanto que llega esporádicamente a rebuscarse con diferentes puestos ambulantes. La dinámica económica se centra en la venta de comidas, artesanías, pero principalmente la de cervezas, seguido de whisky, ron y aguardiente.

Sin embargo, el negocio de licor sufrió un viraje de 180 grados el pasado 14 de febrero cuando la administración municipal decidió cerrar el balneario, no permitiendo la presencia de bañistas ni de vendedores, para realizar una jornada de limpieza integral. Luego de unos días fue reabierto, pero con la prohibición de venta y consumo de licor, expidiendo un decreto que permitiera la aplicación del Código de Policía en este sitio turístico, con la norma que sanciona el consumo de bebidas embriagantes en espacios públicos.

Esta medida busca acabar con una especie Sodoma o Gomorra en que se ha convertido el balneario, donde además de licor se consumen estupefacientes y hay comportamientos desenfrenados por parte de algunas personas que toman el sitio como motel.  La gente se emborracha allí y arroja las botellas al lecho del río, convirtiendo los vidrios en trampas para los bañistas.

Un panorama aterrador que se hizo más visible cuando Carlos Vives lo dio a conocer en sus redes sociales.  El artista recordó que el río es un espacio para compartir en familia, para integrarse entre amigos y para recibir a los turistas, porque siempre se muestra lo mejor de la casa a las visitas y este balneario es ese sitio que nos hace sentir orgullosos.

Hay que mirar ejemplos de otras ciudades, como Santa Marta y Cartagena, donde restringen el consumo de licor en las playas, pero no lo prohíben del todo, como está pasando en el principal balneario de Valledupar, porque recordemos que hay otros (La Vega, La Mina, El Mojao, etc.) donde no se está aplicando la medida.

Los extremos nunca son buenos y consideramos que la administración debe crear un punto de flexión, así como lo hizo durante el pasado Festival Vallenato, que permitió la venta de licor durante los fines de semana. Lo que falta allí es organización, propuestas más integrales si se quiere erradicar la costumbre de quienes se toman sus tragos en la zona ribereña. Además, quienes venden el licor requieren una reconversión laboral, asesoría en proyectos de emprendimiento y capital semilla para darle otra dinámica económica al río.

El pasado 27 de abril, en el marco del Festival, cerveza Águila se comprometió con tres iniciativas que buscan embellecer la zona, hacer pedagogía con propios y turistas, entregar la icónica Sirena de Hurtado restaurada y próximamente entregarán un gran mural para embellecer el puente Hurtado. Esto demuestra que puede haber compromiso de los implicados en el asunto, para que de manera regulada puedan ejercer sus actividades económicas con compromiso social.

Los turistas van a seguir llegando y va a seguir la contaminación porque no hay que estar borracho para arrojar al suelo un empaque de galletas o una botella de gaseosa. El tema de fondo es otro para poder devolver el río a la ciudad y la ciudad al río.

 

 

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