El Departamento del Cesar fue en el pasado una potencia agrícola que generó empleo y prosperidad, lo cual atrajo la inversión en el campo. Como resultado de esta bonanza llegaron muchos cachacos (porque para nosotros cachaco es todo aquel que venga de Curumaní pa abajo), muchos ingenieros agrónomos y veterinarios que provenían de diferentes rincones de Colombia, quienes se enamoraron del Cesar y de sus hermosas mujeres, y aquí hicieron su hogar y su patria.
Entre esos “cachacos” llegó un joven ingeniero agrónomo, Hernán Restrepo Ramírez, oriundo de Manizales, mi padre. Este artículo es un homenaje a su memoria, ya que gracias a él viví lo que representó esa época y la belleza de nuestros paisajes y paisanos. En la década de los 80, mi padre trabajaba en el desaparecido Banco Ganadero, y debía visitar fincas a lo largo y ancho del departamento para ver el avance de los proyectos sujetos a crédito.
En las vacaciones, me llevaba de “guardaespaldas” a esas correrías, y disfruté lo que era desayunar en un restaurante en Aguas Blancas (de una señora cuyo nombre no recuerdo) donde comí el mejor bistec a caballo que haya probado jamás. Saboreé mi primer cappuccino, servido en esos vasos plásticos grandes, con figuras cuadradas alrededor y que contaban con un asa grande, que le daban a uno en la finca con tinto (hecho en leña, endulzado con panela y especias como canela y jengibre, ¡ay mamá!). Iba uno a los corrales, donde ordeñaban, y directamente de la teta de la vaca te servían la leche. Hasta hoy, esos han sido los cappuccinos más frescos y espumosos que he probado. El memorable restaurante de las Roig en El Copey, los quesillos de Lácteos Tía Berta en Caracolicito, los dulces de San Diego, las almojábanas y avena en La Paz, en todos lados te sentías bien recibido y querido, propio de la famosa hospitalidad cesarense. En esos recorridos entendí que Macondo no fue una invención de García Márquez, él solo narró las historias y vivencias del Magdalena Grande.
En esas visitas, vi de primera mano lo que era el Cesar en ese momento. Grandes fincas como Villa Rosa de los Castro, El Sinaí de Armando Maestre, gran banquero y empresario del campo, pero ante todo un Caballero de los de antes, quien murió víctima de la violencia que tanto martiriza a nuestro querido departamento. También vi fincas como Las Flores de Carlos Murgas y muchas otras que ya no recuerdo sus nombres. En esas fincas se veían combinadas (cosechadoras de algodón), comisariatos (almacenes para los trabajadores) y avionetas que surcaban los cielos del Cesar como moscas. Había tanta prosperidad que más de un finquero tenía su avioneta propia, y finca que se respetara tenía su pista de aterrizaje.
Hoy, en cambio, se ven edificios en ruinas, testigos mudos de lo que fueron las famosas desmotadoras de algodón, remanentes lúgubres de una época que se fue. Pero no es momento de lamentaciones, no es tiempo de llorar sobre la leche derramada. Los ingredientes necesarios para que el Cesar vuelva a ser una potencia agroindustrial siguen aquí: tenemos la tierra, el agua, el mercado, el capital humano… Entonces, ¿qué esperamos? ¿Cuándo vamos a reaccionar? ¿Cuándo vamos a dejar de vivir en un pasado glorioso y empezar a proyectar un futuro próspero? El Cesar puede, y volverá a ser próspero. Ya es hora de despertar y emular a esos grandes empresarios de antaño que en su momento construyeron el poderío agrícola del Cesar.
Hoy enfrentamos el reto de revitalizar nuestra economía rural y convertir al Cesar nuevamente en un referente agrícola, no solo a nivel nacional, sino también en los mercados internacionales. Para lograrlo, podemos aprender de los casos de éxito de Nueva Zelanda, Brasil e Israel, quienes, con estrategias innovadoras y visión de futuro, transformaron sus sectores agrícolas.
Nueva Zelanda: transformación sin subsidios
En 1984, Nueva Zelanda hizo una apuesta arriesgada al eliminar todos los subsidios agrícolas. Muchos pronosticaron el colapso del campo, pero la realidad fue otra. Los agricultores neozelandeses adoptaron prácticas más eficientes, invirtieron en tecnología y diversificaron su producción. Hoy, Nueva Zelanda es un líder mundial en la exportación de lácteos, carne de cordero y vino, destinando más del 80 % de su producción agrícola a la exportación, gracias a una infraestructura eficiente, un manejo óptimo de recursos y una capacidad para innovar.
Lo más relevante para el Cesar es cómo, al reducir la dependencia de subsidios, Nueva Zelanda incentivó a sus agricultores a ser más competitivos y mejorar su productividad. En el Cesar, podemos aplicar una lección similar: eliminar barreras innecesarias y fomentar una agricultura autosuficiente, moderna y abierta a los mercados internacionales.
Brasil: de la agricultura tradicional a una superpotencia mundial
Brasil es otro caso de éxito digno de análisis. En los años 70, enfrentaba limitaciones similares a las del Cesar: baja productividad, falta de tecnificación y dependencia de unos pocos cultivos. Pero con la creación de la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (EMBRAPA) y la tecnificación del agro, el país logró adaptarse a su clima tropical y desarrollar nuevas variedades de cultivos, como la soya, que revolucionaron su economía.
Hoy, Brasil es uno de los mayores productores mundiales de soya, maíz, carne y café, con exportaciones agrícolas que suman más de 159 mil millones de dólares anuales. La clave ha sido invertir en innovación, tecnología y acceso a mercados internacionales. El Cesar podría beneficiarse de estrategias similares: apostar por la investigación aplicada para desarrollar cultivos adaptados a nuestra región, mejorar la infraestructura rural y aprovechar la biodiversidad del Caribe colombiano.
Israel: innovación en medio del desierto
Con uno de los entornos más áridos del mundo, Israel es un ejemplo de cómo la tecnología puede superar las adversidades. Mediante el riego por goteo y la desalinización, Israel ha logrado convertir desiertos en tierras fértiles, produciendo frutas, verduras y flores que exporta a todo el mundo. Hoy, Israel es uno de los mayores exportadores de tecnología agrícola y un referente en eficiencia hídrica.
El riego por goteo, una tecnología desarrollada en Israel, es crucial para optimizar el uso del agua en zonas áridas, algo que el Cesar, con sus fluctuaciones climáticas, podría adoptar. Además, Israel invierte más del 17 % de su PIB agrícola en investigación y desarrollo, lo que le permite mantenerse a la vanguardia tecnológica. Siguiendo su ejemplo, el Cesar debería priorizar la inversión en innovación agrícola y desarrollar alianzas con centros de investigación para maximizar el potencial de nuestra tierra.
Estrategias para el Cesar: un plan basado en el éxito
Las estrategias de estos países son claras y aplicables al Cesar. La tecnificación agrícola debe ser el pilar de nuestro renacimiento económico, enfocándonos en la modernización de los procesos, mejora de infraestructuras rurales y diversificación de cultivos. Al eliminar las barreras para la importación de maquinaria y fomentar el acceso a créditos, los agricultores podrán adoptar nuevas tecnologías como la agricultura de precisión, los sistemas de riego inteligente y el uso eficiente de recursos.
La exportación: el camino hacia la prosperidad
Uno de los grandes desafíos que enfrentamos en el Cesar es perderle el miedo a la exportación. Históricamente, hemos dependido del consumo interno, pero es hora de mirar más allá de nuestras fronteras. Para exportar, necesitamos:
Mejorar la calidad de los productos: la calidad es fundamental para competir en los mercados internacionales. Siguiendo el ejemplo de Brasil y Nueva Zelanda, debemos asegurar que nuestros productos cumplan con los estándares internacionales.
Infraestructura logística: la mejora de nuestras vías rurales y la creación de centros de acopio cerca de los puertos permitirá reducir costos de transporte y conectar nuestras producciones con los principales mercados globales.
Certificaciones internacionales: muchos mercados internacionales exigen certificaciones de sostenibilidad, comercio justo o calidad orgánica. El Cesar debe alinear sus prácticas agrícolas a estas exigencias, lo que también aumentará el valor de nuestros productos.
Acceso a mercados: no es solo cuestión de producir, sino de establecer relaciones comerciales. Debemos aprovechar tratados de libre comercio y buscar alianzas estratégicas con distribuidores globales. En el caso de Israel, el gobierno ha facilitado a los agricultores el acceso a mercados internacionales, una estrategia que podríamos replicar en el Cesar.
Reflexión final: el futuro del Cesar es exportador
El renacer del Cesar no solo implica volver a ser una potencia agrícola, sino también asumir un rol protagónico en la exportación de productos de alta calidad. Con la implementación de estrategias de tecnificación, diversificación y apertura a los mercados internacionales, el Cesar puede seguir los pasos de Nueva Zelanda, Brasil e Israel. Estas naciones no solo superaron sus desafíos, sino que lograron ser referentes globales. Es momento de que el Cesar pierda el miedo a la modernización y la exportación, y se convierta en el motor agrícola que Colombia necesita.
Nota: estimados lectores, si son productores interesados en exportar bienes o servicios, abrir nuevos mercados, y tienen dudas sobre cómo hacerlo, estaré encantado de ayudarlos. No duden en escribirme a: hernan.restrepo@tradehub.bz. Será un placer contribuir a que el Cesar recupere su grandeza.
*Administrador de empresas vallenato, con experiencia de más de 25 años en empresas multinacionales. Actualmente de dedica a la consultoría y desarrollo empresarial.
Por: Hernán José Restrepo Muñoz