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El reencuentro de los amigos en los velorios

Indudablemente Internet y sus redes sociales han multiplicado la cercanía entre los seres humanos en cuanto a la comunicación en lo virtual, claro que sí; pero también la han alterado por falta de la presencialidad del emisor y el receptor, entiendo que hay un vacío en ese proceso de la comunicación.  

Según el investigador y comunicador estadounidense David Berlo, la comunicación es un proceso que fluye en el tiempo, sin principio ni fin, en un devenir constante, sin posibilidades de dividir sus partes en elementos constitutivos independientes.

Podríamos decir que las redes sociales traen enormes beneficios a las sociedades que las motiva, las mueve y las hacen más proactivas. Sencillamente, porque ese proceso crea entre los seres humanos el intercambio de información y sentimientos. Ya se tienen otros elementos de aquel proceso de Aristóteles quien solo identificaba 3 pasos: Emisor-canal-receptor, hoy quedó rezagado frente al de Berlo.  

Pero dejemos esos rituales académicos que nos permiten una especie de conservación en cuanto al aprovechamiento de esas necesidades básicas para mejorar la calidad de nuestras vidas en las redes.  

¿Ha reemplazado la virtualidad a la presencialidad? Seguramente seguirá corriendo mucha agua por los puentes y las quejas de los humanos continuará.

Hoy traigo a colación una frase que es común entre los amigos cuando asisten a un velorio a dar el pésame del amigo, conocido o familiar: “Siempre nos vemos en los velorios”. Aquí podrimos citar varios casos. El más reciente fue con motivo del fallecimiento del “Turco” Pavajeau, en una de las salas de velación de la iglesia catedral de Valledupar.  El abogado y fundador de este periódico Dickson Quiroz hizo referencia a la situación del reencuentro de los amigos en estos lugares de “despedida” al difunto. 

En esa ocasión a mí me pasó lo mismo porque encontré amigos, familiares   y conocidos por mi profesión periodística y de docente en la Universidad Popular del Cesar. 

En la Catedral y después en la iglesia la Concepción en donde se realizó el ritual religioso se encontraron muchos amigos e hicieron alusión a la frase: “Siempre nos vemos en los velorios”. Aquí la virtualidad fracasa. 

Entre tantos amigos y conocidos en común encontré a Iván Gil quien conversaba animadamente con el magistrado de la Corte Suprema de Justicia, Francisco Javier Farfán Molina, y su progenitora Mary Molina de Farfán. Con él conversé varios minutos. 

Del magistrado Farfán recordé que es nacido en Valledupar en el barrio Obrero, zona residencial de mis afectos por mi familia y la frase de Dickson Quiroz corroboró lo dicho. Me acerqué al grupo y relacioné los múltiples encuentros de Farfán Molina y la independiente relación periodística que tuve con él en los inicios de su profesión, también de sus ancestros, durante los años que laboré como periodista en El Heraldo y otros medios. Su abuela Sixta Molina fue mi oyente número uno del famoso Noticiero de las 9, del cual fui director y fundador junto a Gustavo Brugés Rodríguez, el “Curro”, fallecido. 

Es que la cercanía y los reencuentros en físico producen sensaciones inimaginables, de contento y alegría. Hablo de los recuerdos que en lo virtual casi no suceden por lo inmediato, porque la rapidez de los hechos lo perturban, falta la mirada, el murmullo y la franqueza. La presencialidad tiene en los reencuentros el principio de la vitalidad.       

Pues bien, durante esos reencuentros en los velorios surgen los recuerdos entre los amigos y conocidos quienes a diario interactúan por las redes, pero falta un momento para reencontrarse en vida, sería maravilloso. Hasta la próxima semana.

Por: Aquilino Cotes Zuleta.

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