Por: Julio Mario Celedón
Lo conocí un medio día cualquiera que llegó junto a su esposa Clara Elena y sus hijas mayores Kelly y Wendy, a almorzar a mi casa atendiendo una invitación de mis padres, mi papá a pesar de ser poco asiduo a estos actos sociales quiso hacerle una atención, dado que sus hermanos Nehemías y Misael le decían que “Rafa” siempre preguntaba por él, pues eran parientes por el lado de los Fernández, mi abuela y el viejo Rafita, padre de Rafael Orozco eran primos. Lo cierto es que recuerdo como si fuera hoy a ese hombre tan bien vestido y vanidoso (en el buen sentido de la palabra) que llegó esa tarde a mi casa, años después afianzamos nuestros vínculos en las parrandas decembrinas de Darío Pavajeau, en donde la presencia del Binomio de Oro era inmancable. Rafa a pesar de ser glamuroso jamás dejó a un lado sus orígenes pueblerinos y siempre mantuvo esa chispa de humor que a los provincianos nos caracteriza, tenía muy buen genio, era burlón y se reía bastante con sus amigos. Años más tarde en mis años universitarios en Barranquilla comencé a frecuentar su casa, allá dos o tres veces por semana y cuando Rafa no estaba de gira, me iba con mis hermanos a mamar gallo, el se ponía a la par de nosotros como cualquier muchacho a joder la paciencia, el hombre era un gran tipo, lo que más me llamaba la atención era su vanidad, se miraba bastante en el espejo, se peinaba frecuentemente su cabello largo a la altura de la nuca, mantenía una obsesión constante de no subir de peso, vestía de manera pulcra y juvenil pero con ropa de muy buena marca, le gustaba comer muy sano, solo carnes blancas, pescado y pollo, le fascinaba un bocachico y una gallina criolla, era muy juguetón y cariñoso con sus hijas, en especial con Loraine que estaba muy pequeñita cuando le mataron a su papá. Allá en su casa siempre coincidíamos con sus mejores amigos, el periodista Fabio Poveda, Lucho Cárdenas Gerlein, su concuñado Beto Barros, Joe Arroyo y su esposa Mary que casi siempre llegaban después de once de la noche, ya Rafa y Clara sabían que tenían que trasnochar dado que las visitas del “Centurión de la Noche” se extendían hasta altas horas de la madrugada. Si Rafael Orozco estuviera vivo, muchas cosas serian diferentes en el folclor vallenato, él siempre fue un innovador, un hombre de avanzada, el Binomio iba un paso adelante de todas las agrupaciones y quizás fueron los primeros en hacer giras internacionales, sobre todo a los Estados Unidos, México y Venezuela en donde eran unos verdaderos ídolos, siempre se caracterizaron por estar impecablemente vestidos, por ser puntuales y por la calidad de sus presentaciones, hoy trato de imaginarme a como sería Rafa hoy día, me lo imagino con el cabello corto, quizás sin bigotes y muy pulido, lo más probable es que ya se hubiera hecho varias cirugías plásticas y hoy sería lo que llaman metrosexual, de seguro tendría mucha fama a nivel mundial, abriendo muchos mercados con su música vanguardista, recordemos que para ese entonces ya habían grabado con Wilfrido Vargas fusionando el vallenato con el merengue, quizás ahora que otras cosas no estarían haciendo, de seguro sería la agrupación líder del vallenato y hubieran ganado muchos Grammys. Lo cierto es que a pesar de sus constantes novedades, nunca descuidaron el folclor raizal grabando incluso clásicos.
Hoy veo que la novela ha levantado ampollas y ha generado controversia aunque no tiene nada que ver con la realidad, miremos el lado positivo del asunto, primero que Rafa se ha puesto de moda nuevamente, su recuerdo se mantiene vigente y su música suena más, además debe representarle algún beneficio económico a la viuda y sus hijas que aunque no pasan trabajo, bastante falta les hace lo que su papá producía y lo que hoy día muy seguramente estaría produciendo y que ellas han dejado de percibir, paz en su tumba.
Twitter: @juliomceledon