En el año 2015 cuando la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y La Cultura, declaró el vallenato como Patrimonio Inmaterial y Cultural de la Humanidad (Unesco), describiéndolo como un género musical tradicional surgido de la fusión de expresiones culturales del norte de Colombia, canciones de vaquería del Magdalena Grande, cantos africanos y ritmos de danzas tradicionales de pueblos indígenas de la Sierra Nevada, decretó también la necesidad de tomar medidas urgentes para preservarlo. ¿Preservarlo de qué? De todo aquello que amenace su pureza, belleza, tradición y esencia.
En este orden de ideas, son muchos los factores que atentan contra la autenticidad del género, pues se incurre en el error de creer que todo lo que se interpreta con el acordeón es vallenato. Asimismo, mucho se habla de la acelerada digitación del vallenato, con la inexorable pérdida de la cadencia rítmica; para muchos se trata de un fenómeno normal en todo género musical, pues de lo contrario se estaría momificando el vallenato.
Aquí hay que acudir a la sabiduría popular y manifestar que cada cosa en su justa medida, “ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no lo alumbre”, como dice el refrán popular.
La nueva ola, con el perdón de sus infinitos seguidores, no es vallenato, es un ritmo caribeño interpretado con el acordeón, la caja y la guacharaca, cuya estructura musical no sigue los patrones propios del vallenato, y esto no debe asombrar a nadie, pues Aníbal ‘Sensación’ Velásquez popularizó la guaracha, ritmo que se internacionalizó rápidamente, pero tuvo el maestro la honestidad de no llamar vallenato a sus magistrales interpretaciones, lo mismo podríamos decir del maestro Lisandro Meza.
Ahora bien, tener que acudir a los estrados judiciales en procura de hacerles entender a nuestras autoridades públicas y privadas, la gran injusticia que entraña ignorar los nombres de aquellos juglares cuya gesta es digna de todo reconocimiento, es realmente oprobioso, pues se atenta, no en contra de la persona, sino en contra la expresión folclórica y cultural de todo un pueblo.
Nicolás Elías ‘Colacho’ Mendoza (+), marchó a la eternidad sin el merecido homenaje, igual acontece con Alejo Durán (+), Emiliano Zuleta Baquero (+), Juancho Polo Valencia (+) y Alfredo Gutiérrez Vital (por fortuna aún vive), cinco grandes de la música vallenata, ignorados por aquellos a quienes se le ha encomendado la preservación de nuestra música vernácula.
A todas estas, ninguno de los candidatos y candidatas que aspiran a suceder al señor Mello Castro ha hecho un pronunciamiento sobre este tema, y es bueno conocer lo que piensan, pues el vallenato es patrimonio de la humanidad y su semilla al parecer cayó entre abrojos. “El que tenga oídos, que oiga”. (Mateo13,9). darioarregoces2308@hotmail.com
Nota de Cierre: Al señor secretario de Tránsito Municipal que por favor le ponga orden a los vehículos que se estacionan en lugares prohibidos de la carrera 6ª A, adyacente al parque Novalito.
Por: Darío Arregocés Baute