Por: Rodrigo López Barros
Como es sabido, la población mundial aumenta exponencialmente en términos geométricos, es decir cada una de las parejas humanas doblan su número. En cambio, los recursos que necesita una población para subsistir aumentan literalmente en términos aritméticos.
Moderna y contemporáneamente debemos añadir algunas variantes, que la población también aumenta por las prácticas de los medios artificiales de concepción. Igualmente por los anticonceptivos inseguros. Lo mismo que por las constantes separaciones y divorcios de las personas, que dan origen a las constituciones de nuevas familias.
A este tema se le apuntó el economista británico Tomas Roberto Malthus, quien viviera en la segunda mitad del siglo XVIII y primera del XIX, y aconsejara la limitación de los matrimonios y nacimientos para evitar un empobrecimiento progresivo de las clases sociales pobres, producido por la escasez de los medios de subsistencia.
A la fecha de hoy podríamos hablar de medios de producción y reemplazar la expresión medios de subsistencia. Pero precisamente a pesar de los enormes medios de producción actuales, los de subsistencia para muchísimos pobres en el mundo siguen siendo escasos, sobre todo en los países subdesarrollados y del tercer mundo.
Indudablemente el cuello de botella se encuentra en la mediocre, cuando no nula, educación-capacitación para superar los gravísimos conflictos generados por la acumulación de la pobreza de la acumulación poblacional.
Es muy significativo que Malthus hiciese su previsión precisamente respecto de las clases pobres (cuyos grados de pobreza se pueden escalonar), no respecto de los ricos pletóricos. No cabe duda que ello es una realidad mundial, los pobres son cada día más pobres y su crecimiento poblacional aumenta también exponencialmente.
Observamos que el Malthus optimista, se refería literalmente a los hijos procreados en los matrimonios, dejando por fuera el impulso sexualdesconductado de otros tipos de relaciones sexuales entre hombres y mujeres, que aumentan considerablemente aún más la población y que infortunadamente solo cuenta para la crianza de la prole con la abnegaciónde las madres Cabeza de Familia, echando de menos la huida vergonzante de los padres ausentes.
Pero, ¿Quién le pone el cascabel al gato?. ¿Cómo contrarrestar el des-juicio del mero impulso sexual?.
Parece ser que nunca la humanidad, como masa, podrá lograrlo. Por tanto, el problema demográfico siempre será un problema insoluto, que ni la ética sexual ni el Estado podrán solucionarlo mientras falte la correcta libre voluntad personal ilustrada de las personas al respecto.
Es claro que la matriz de los grandes y pequeños problemas de la convivencia ciudadana estriba en el crecimiento poblacional desmesurado y la demanda de bienes y servicios por parte de ésta, fruto que es tantas veces de la paternidad irresponsable.
De esta manera, por más esfuerzos que hagan los estados para subvenir las necesidades de la población, no lo logran ni “a gatas” (ni con la multiplicación de casas gratis, electorales, por ejemplo), dando sí lugar a las carreras politiqueras de los políticos populistas.
Cómo no ver, entonces, que es el Estado quien recibe sobre sus hombros el gravamen sumamente oneroso de la irresponsabilidad de los padres y madres de familia que gratuitamente gozan el rato, echando sobre las espaldas del Estado su personal irresponsabilidad.
Valledupar, 22/02/2013. rodrigolopezbarros@hotmail.com