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El presidente que necesita Colombia

Me gustó la más reciente columna de Antonio Caballero, en la que pondera la dignidad del candidato liberal Humberto De la Calle, refiriéndose a que ha sido el único candidato presidencial que no ha doblado la cerviz frente a la solicitud de extradición exprés de Jesús Santrich, interpuesta por la sacrosanta Drug Enforcement Administration-DEA.

Ya horas antes Antonio Navarro en un trino había dicho que “era razonable valorar las pruebas existentes antes de extraditar al señor Santrich … debemos estar seguros de que no es un error o algo parecido”, casi al tiempo que aseguraba “tener razón”, ante la satanización que como traidor o guerrillero le hiciera la irreconciliable polarización del país al conocer su pragmática reflexión.

O sea que a medida que se decantan los ánimos condenatorios de los primeros momentos, ya se escuchan voces pidiendo examinar las pruebas que determinen la verdadera culpabilidad o inocencia del exguerrillero, cuestionando lo intangible “de un delito que solo existe porque los gobiernos de los Estados Unidos han decidido que lo sea, y se lo han impuesto al mundo entero”, tal como muy bien lo dice el señor Caballero en su columna de la Revista Semana.

Es este despertar ideológico el que nos pone a pensar en lo que realmente necesita Colombia como país de transición política, donde asistimos a un proceso que con todos los errores intentó consolidar un hecho histórico como lo es el silencio de los fusiles, inédito para generaciones que no hemos tenido un día de paz, pero que la incapacidad de perdón los apertrechará con nueva munición para sumirnos en un conflicto más sangriento que el padecido los últimos sesenta años.

Esa es la misma reflexión de las víctimas, de los jóvenes, de los condenados perpetuamente a ser serviles del poder, de los que desde sus primeros años se preguntan inocentemente por qué no pueden soñar con la universidad, de los que ven morir familiares en las fauces de la intermediación de la salud, de los que la corrupción les arrebató la ilusión democrática, en fin, de todos los que creemos en un gobierno de centro no como ausencia de propuestas, sino como un sistema de inclusión y reconciliación de todos los sectores que hasta hoy han protagonizado la vida nacional.

Usted póngale el nombre y el partido político que desee, solo piense que los pobres no podemos seguir votando por los causantes de nuestra pobreza y que en estos momentos no se trata de premiar a quien más ofenda o sed de venganza tenga, sino de escoger el que más promueva la reconciliación y equitativa participación de nuestro país. Al menos antes de la elección. Un abrazo.

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Antonio_Maria_Araujo: