Por Julio Oñate Martínez
Muchísimas décadas atrás de nuestro tiempo, el término vallenato fue la primera acepción que surgió en torno a la dinámica generada por los nacidos en el Valle de Upar en su constante afán por conquistar el corazón del pueblo a punta de cantos y acordeón.
La gente que hacía presencia en la zona bananera se encargó de endilgarle el picante remoquete a los caratejos que llegaban de la región de Valledupar, cuya despigmentada piel por efectos del microbio transmitido por la picadura de un zancudo que zumbaba en la riberas del Cesar y el Guatapurí tenía semejanza con el aspecto que muestra el hijo de la ballena en sus primeros años.
Con las campañas de erradicación de la malaria, diezmado el mosquito prácticamente el carate o jobero desapareció y con el los ballenatos, comenzándose entonces a emplear el gentilicio de vallenato para identificar a los nacidos en Valledupar, es decir natos del Valle y ya acuñado y popularizado este distintivo, por analogía la música que ellos producían le dio carta de ciudadanía al nuevo género conocido hoy como vallenato.
Abundan las composiciones y registros fonográficos de muchos autores de aquí y de allá que han contribuido a consolidar el concepto de música vallenata, inclusive abandonando sus fronteras geográficas para alinderarse en otro patio con el consiguiente rechazo y censura de sus paisanos naturales.
Es el caso más relevante el de Luis Enrique Martínez, quien no obstante ser guajiro de nacimiento (El Hatico de Fonseca) se maduró musicalmente en Fundación (Mag.) y aunque inicialmente tuvo una acentuada influencia de Pacho Rada, posteriormente sucumbió bajo el encanto de la música alegre que florecía en el Valle de Upar y enarbolando esta bandera folclórica llegó a ser uno de los más auténticos exponentes del género vallenato.
Su primera composición en aire de son e inédita para muchos la tituló “Soy el vallenato” y fue grabada a finales de los años cuarenta en acetatos no comerciales hoy perdidos en el tiempo:
Observemos algo de su letra:
Yo soy Enrique Martínez
me llaman el vallenato
yo tengo un cariño firme
también un bonito trato
A comienzos de los años cincuenta eran frecuentes las correrías de Luis Enrique por los rincones del viejo Bolívar y allí en la población El Guamo, un nutrido grupo de amigos parranderos armaban un verdadero alboroto cada vez que él los visitaban regando la noticia en el pueblo: llegó el vallenato, llegó el Pollo Vallenato. Fue esta la motivación que originó su más célebre composición el paseo “El pollo vallenato”.
Oigan muchacho, yo soy Enrique Martínez
que nunca tiene miedo si se trata de tocar
Luis Martínez es el “El Pollo Vallenato”
y es candela lo que van a llevar
oigan muchachos, oigan la nota
como toca el vallenato.
Más adelante el ratifica nuevamente su condición de juglar vallenato según podemos observar en el merengue “Saludo cordial”:
Si fueres para el Difícil y vas a llegar a Plato
llévale este papelito que le mando a Castro Peña
y de boca me le dice que muy pronto el vallenato
lo visitará de nuevo en esa querida tierra.
El Pollo Vallenato le dio forma al vallenato tradicional definiendo los patrones rítmicos y melódicos que se han hecho hegemónicos reinando como el más cimero juglar de todos los festivales vallenatos que hoy alegran a Colombia entera.
Oigan muchachos, oigan la nota como toca, el vallenato