EL TINAJERO
Por José Atuesta Mindiola
En Santana (Magdalena), tierra del poeta Oscar Delgado, “las calles van y vienen sin prisa. En las sementeras brotaron los rayos azulados y blandos de las primeras espigas. Llegó el día de la cosecha y el poeta segó la luna más hermosa, más frutal…”.
Santana, también es el terruño de la familia Atuesta Acuña: once hermanos de la unión de Juan Atuesta y Eulalia Acuña. De raigambre campesina y de ideales liberales. En su pueblo vivían sin prisa, pero los sucesos lamentables del 11 de abril de 1937, cuando un grupo de conservadores en controversias políticas le dieron muerte al alcalde liberal Temísctocles Delgado y a su hijo, Oscar Delgado, reconocido poeta nacional, columnista de El Tiempo, y secretario privado del gobernador del Magdalena, Ciro Pupo Martínez en 1936, y cuatro días antes había sido elegido diputado a la Asamblea del Magdalena. Algunos liberales que tenían cierta representación en su partido o estaban en cargos públicos vieron la necesidad de salir de su pueblo, entre ellos los hermanos varones mayores Atuesta Acuña; aquí, a las regiones del Valle, llegaron cuatro hermanos: José Eleuterio (mi padre), Pablo Emilio, José Abraham y Humberto de Jesús. El pueblo de La Paz fue su primera estación.
De los cuatro hermanos, sobrevive Humberto, quien el pasado 12 de septiembre celebró sus 84 calendarios y conserva la lucidez para evocar de Santana los lejanos recuerdos de la infancia, porque jamás ha regresado; todavía le produce hoguera de tristeza en la memoria aquel episodio en que vio matar a dos personas, por el simple hecho de ser de otro partido político; cada vez que habla de esto se le enardece el alma de dolor y se le humedecen los ojos, y si está bebiendo, la voz se le escucha entrecortada y el llanto baña su rostro.
Reconoce que su identidad es la tupería, es decir, con el pueblo de Los Tupes, donde ha vivido más de 60 años. Los Tupes fue asentamiento de la tribu indígena del mismo nombre, hoy es corregimiento del municipio de San Diego (Cesar), ahí conoció a su esposa Carmen Barrera con quien tuvo sus once hijos, y se granjeó el cariño y la amistad de todo el pueblo tupero. Dice ser afortunado, nunca ha peleado con nadie y disfruta de la compañía de todos sus hijos y nietos. Es un hombre católico, devoto del Arcángel San Rafael, patrono de Los Tupes; le gusta bailar y aún disfruta de las delicias del vino; como la mayoría de los colombianos, está cansado de ser testigo de tantos actos de violencia y de terror, por eso sueña que se haga realidad ponerle fin a la guerra en Colombia.
La tupería (décimas)
I
Humberto Atuesta sembró
con toda su vida entera,
amor en Carmen Barrera
y allí todo floreció.
El Señor les regaló
los frutos de sus quereres:
cinco hijos y seis mujeres,
y muchos nietos también;
y son las flores del bien
talismán de los placeres.
II
Cuando llegan los tuperos
a una fiesta de paisanos,
en vez de darse las manos
se dan abrazos sinceros,
abrazos de tamboreros
de respeto y simpatía,
las manos con alegría
palmotean sobre los hombros;
entre emoción y asombro
se saluda la tupería.