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El poeta Mizar, centinela de la luz.

El poeta Luis Mizar Maestre (Valledupar, 1962) es un vigilante de los acertijos de la luz. Silencioso esquiva los caminos de la sombra para perderse en el espejo de los girasoles. Está ungido de la universalidad del lenguaje para descubrir en los eventos cotidianos la esencia de las manifestaciones humanas.

El poeta no le teme al paso ineludible de las horas porque sabe que el tiempo no es enemigo de nadie. Él es testigo de la vida que se transforma en el tiempo, pero el tiempo no se transforma con la vida. El tiempo sigue midiendo el viaje entre dos puntos, no se detiene ni cambia de forma ni color, y es para cada ser humano como una cámara invisible y silenciosa que sigue el recorrido terrenal por los caminos de la luz y de la sombra.

Mizar es un observador persistente y persuasivo del entorno material y metafísico; su espíritu de atisbador detecta lo que el hombre común no logra percibir, por eso piensa en el pájaro posado en un rayo de luz, cantando rojos ocasos al misterio de la muerte, en la jaula de agua donde resucita su sombra.

De la poesía de Mizar, escribe el crítico literario Rómulo Sanoja Rendón: “Con sus paradojas urticantes, hipérboles volcánicas, metáforas insólitas y una extraordinaria combinación de las palabras le sirven al maestro Mizar para crear verdaderas galaxias semánticas que devienen archipiélagos poéticos….”.

En sus meditaciones de Dios, pregunta, ¿Por qué ceguera para los murciélagos y no para los sádicos y asesinos? ¿Por qué la gota de luz para las luciérnagas y no para la razón del tirano? Y con su sencillez de maestro le dices a los artistas: No temas la censura de una multitud de necios, teme la desaprobación de un sabio.

Hoy nuestro hidalgo amigo y poeta padece el síndrome de melificación sistémica, es decir que la dulzura de su alma se ha regado por las corrientes internas de su cuerpo. Si los románticos tienen por privilegio de morir del corazón, el poeta Mizar convive con la dulzura regada en su cuerpo, y alguien podrá escribir, parodiando algunos de sus versos: “Hoy sus palabras son tan dulces, como sus sueños y su sangre, y vivirá añorando la onírica mariposa erguida en el patio del abuelo, y se quedará entre nosotros atisbando las secretas ranuras del viento”.

Ojalá, el poeta Mizar siga lejos del pálido amarillo de la linterna apagada de Borges, que sus remedos de cazador sean vencidos por el viento de cerezas y su silencio de tonos kankuamos sea siempre como la nieve. Dale, Señor, los años del patriarca para que siga inventando el desfile de la lluvia en la extensa ceremonia de la vida y para celebrar estas cifras de amor que le regala a su enfermera de cabecera: “Reclamo como una preciada quimera edénica las tardes apacibles bajo los cuidados de Alicia. Ella no necesita ser alta, la ternura de su corazón la eleva a las estrellas”

Jose_Atuesta_Mindiola: