“Cristo es poder y sabiduría de Dios”. 1Corintios 1,24
Se introduce esta idea cuando se le adjudica a Cristo el título: Poder de Dios. Jesús es poder personificado, es vitalidad, dinamismo y fuerza. El nombre de Jesús significa supremacía.
Se nos presenta a Jesús como el poder de Dios, resultado de la obra de Cristo en la cruz y en contraste con la idea humana de poder. Acogernos al nombre de Jesús nos permite estar dentro de los recursos de la admirable obra del Calvario y su dependencia nos eleva más allá de cualquier razonamiento humano.
Para nosotros, Cristo es el poder de Dios por cuanto, está por encima de lo común, es nuestro milagro en el sentido de que es la manifiesta consumación de lo sobrenatural.
También es nuestra supremacía, nuestra autoridad; nos relacionamos con los privilegios de su persona, incluyendo su poder y autoridad. Los discípulos se maravillaban al ver que aún el viento y el mar le obedecían y se asombraban porque el poder de Cristo se extendía más allá de su conocimiento e imaginación. El poder de Cristo es tan intenso que no hay nada que se le resista y está más allá de todo entendimiento. Su magnificencia y majestad es tan grande que abarca todo su ser.
Amados amigos: Si Cristo es para nosotros un milagro, nuestro poder, autoridad y majestad; entonces, debemos encarar con certidumbre las circunstancias que tenemos por delante. Tenemos la capacidad de ser un canal del poder milagroso de Cristo. Podemos ser canales útiles a través de los cuales pueda fluir el poder de Cristo para sanar y restaurar.
Igualmente, podemos usar la autoridad de Cristo para tomar el control de nuestras vidas y circunstancias, como también para ejercerla en aquellas áreas donde el enemigo ha producido esclavitud y dolor. El saber que el poder de Cristo va delante de nosotros como poderoso gigante, rompiendo puertas y cerrojos y que no es nuestra la batalla sino de Dios, nos hace reposar y descansar confiadamente.
Finalmente, podemos tener la alegría de vivir el día de hoy saturados de la magnificencia y gloria de Dios. En la naturaleza, las circunstancias y las relaciones, podemos regocijarnos admirando la majestad de Dios y su actuar a favor nuestro.
Corolario: Debido a que vivimos en una sociedad que continuamente está buscando controlar, necesitamos venir con decisión ante el Señor, para clamar su poder sobre cualquier enemigo, tentación o adversidad. Permitamos que su magnificencia inunde nuestro ser interior y si por ventura, nos enfrentamos a situaciones que nos desbordan y que solamente un milagro puede solucionar, clamemos a Dios y apropiémonos de su poder.
¡Reclamemos en oración el poder de Dios! ¡Cristo es poder de Dios, disponible para nosotros!
Abrazos y muchas bendiciones.