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El pintor temeroso del mar

La palabra duerme en el silencio de los libros
y despierta altiva en la música de su voz:
sonata de violines en La Malena
y brisas de seda en aleteos de mariposas.
Su mano altera el lienzo de los rostros
en una expresión de perfecta alegoría.
El artista no blasfema, su vida es el arte.

En la onírica travesía del mar, lo seducen:
Fragmentos de cielo flotantes en el agua,
turbantes de atardeceres en el sol,
mástiles escoltados por borrascas,
céfiros en el insomnio de las olas,
arrecifes caligramas de corales,
filigranas acrobacias de alcatraces
y lúdicas pericias de delfines.

Cuando el sueño se diluye en el alba
todo cambia en vana fantasía.
Del mar solo es un hombre lejano
escurridizo a la sal de sus orillas,
incansable imitador de dudas
y temeroso del roce de sus olas.
Del río, un amante cercano
a la mansedumbre sonriente de sus aguas
y los epígrafes del viento en la ribera.

Nada olvida de sus líricas andanzas:
la sed bohemia de la noche
que vencida cae a sus pies.
Los biombos risueños del bambú
que el verano apacigua en la ventana.
El sombrero colgante de una rama
soñando el regreso de un viajero.
Nubes con semblante de mujer,
en la tarde rosada de su pueblo.
La tregua del caballo alazán
en el borde del camino vegetal.

Detenido en los ojos de la aurora,
dócil al albur del corazón se despide
con un ramo de luz entre sus dedos.
La magnífica ironía de sus imágenes
y la elegía sonora de su nombre,
todo está en la histórica memoria
que nunca fenece en el tiempo.

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Jose_Atuesta_Mindiola: