El cartagenero Enrique Luis ‘El Quique’ Muñoz, un erudito en música del Caribe, nos asegura que hasta el presente no ha sido posible precisar la fecha y el sitio exacto donde el fenómeno musical del picó aparece en el Caribe colombiano, pero siguiéndole el rastro al Run Run nos conduce a Cartagena y Barranquilla, ciudades donde se dieron los primeros experimentos en la modificación de aparatos electrónicos que incorporándoles un tocadiscos y un pequeño amplificador se lograba un aumento en el volumen de reproducción.
La palabra picó es el resultado de la transformación criolla del término gringo pickup, que significa la elevación del sonido, y para finales de la década de 1930 comienza a escucharse en las fiestas del once de Noviembre en Cartagena y en los carnavales de Barranquilla.
Esta iniciativa de nuevas sonoridades hizo presencia en las casas de la gente adinerada en Cartagena y más adelante merced a la inventiva popular, el artesano del sonido Franco Viola comenzó a fabricar cajas de madera de un metro con veinte centímetros, que llevaban un parlante en el centro y que acoplado al resto del equipo representó una alegre alternativa para la gente de los barrios pobres, que con este aparato, a un precio más bajo, podían remplazar en bailes populares los sextetos de cuerdas y “marimbula”, bandas pueblerinas y orquestas de la época.
En una generación posterior se comenzaron a fabricar picós de impresionante tamaño de terrorífico voltaje y estruendoso sonido que el pueblo bautizó como “tumba techo”, que llegaban a agrietar las paredes de las casas donde funcionaban y que hoy son muchos los picoteros con daños irreversibles en el órgano auditivo y hasta alteraciones en el ritmo cardiaco por dejar a un lado el buen gusto por el sonido y preferir el aterrador ruido de esos estrambóticos escaparates sonoros.
En este punto surgen dos personajes de gran importancia ligados al picó, el picotero que es la persona encargada de su ajuste y funcionamiento y el dis-jockey o diyeis quien selecciona y hace sonar los temas musicales. Después de seducir el gusto popular y acorde con los adelantos radioeléctricos el picó ha visto claudicar a muchísimas maquinas sonoras como ortofonicas, victrolas, radiolas y ni el imponente tragoníquel escapó de la conquista picotera y ubicado en el momento, hoy un computador reemplazó amplificadores, tocadiscos, tubos catódicos y demás arandelas para mejorar la potencia y la calidad del sonido.
Valledupar no es indiferente a estos movimientos y una veintena de picós esparcidos en los barrios populares llevan una esperanzadora alegría a través de la música, a los sectores marginales de la ciudad.
Un concurso de picos al rescate de la música carnavalera del ayer, realiza la junta organizadora de este festejo en cabeza del doctor Ciro Pupo y los coordinadores Carlos Calderón, Pablo Barragán y el doctor José Díaz, que harán de este un festejo para el recuerdo.
El próximo domingo la final del concurso nos dirá cuál es el pico que en Valledupar ofrece la mejor calidad de sonido y el mayor nivel de alebrestamiento en los talones de los bailadores.