Entre el piano y la música vallenata existió un romance que aún perdura. Cuando los folcloristas y gestores culturales hacen referencia a la música vallenata y su desarrollo poca importancia se le atribuye al piano como impulsor del esplendor de este género musical. Poco se ha escrito y en nada los historiadores han contribuido para forjar la afirmación que haré en las siguientes líneas. El piano fue uno de los factores que contribuyó para que el vallenato lograra escalar socialmente.
Dicho de otra forma, el piano fue un novio oculto y de linaje de la música vallenata. El piano con su presencia, sonoridad, riqueza musical y majestuosidad le prestó al vallenato lo que en ese momento no tenía: admiración y reconocimiento de la alta sociedad.
Este instrumento que nació para satisfacer los gustos de las realezas europeas a través de los valses franceses y música clásica, cobija un glamour que abrió los espacios para que el vallenato llegara a las casas de los aristócratas criollos de ese entonces. De esa forma se inició a interpretar el vallenato en las residencias de los miembros de la hidalguía criolla que habitaban el Magdalena Grande.
Para ese entonces en Riohacha, Valledupar, Ciénaga y Santa Marta era casi una obligación que existiera un piano en las casas de familias ilustres. Tanto era así que las parejas que contraían nupcias dentro de su lista de presentes solicitaban un ejemplar. Si era fabricado por Steinway & Sons, media cola, era el mejor regalo. Para finales del siglo XIX e inicios del XX en los centros de estas ciudades existía una generación que morían por interpretarlo. Las muchachitas motivadas por el romanticismo europeo iniciaban sus clases de música.
En ese entonces los pianos ingresaban por los puertos del Caribe al igual que el acordeón, pero con una gran diferencia. El piano ha sido y sigue siendo el rey de los instrumentos musicales. Se le denomina musicalmente como ‘El Rey de los Cielos’. Las clases sociales del Magdalena Grande se rendían a sus pies por lo que no era extraño ver cómo las mulas cargaban pianos en cantidades exorbitantes a lugares recónditos. Decían las bisabuelas cienagueras que, entre rezar el rosario, tejer e interpretar en piano las melodías de Chopin o Beethoven, adquiría sentido la vida.
Años más tarde las abuelas fueron cambiando estas afirmaciones mencionando que la vida se gozaba a plenitud interpretando en piano los vallenatos de Buitrago y Escalona.
Es así como en un momento dado el vallenato se arropó con la opulencia del piano para poder adquirir su fuerza. Nuestra querida, admirada y recordada Consuelo Araujo Noguera menciona a los pianistas de la época que interpretaban el vallenato. Los llamó los rebeldes y les otorga su importancia. Uno de ellos fue (Alfonso) Poncho Castro Palmera, quien, para esa época, cuenta La Cacica, se volaba las paredes del Club Valledupar y comenzaba a interpretar de oído vallenatos en piano. Poncho Castro había aprendido a interpretar el piano de su madre, Dominga Palmera, quien estudió en Riohacha y fue una de las precursoras de este instrumento en Valledupar.
Posteriormente terminó viviendo en Santa Marta donde encontró a su esposa, Doña Beatriz Fuentes Noguera, hija de un distinguido empresario de la época, y la cual hacía parte de esas familias ilustres que poseía un piano. De esa forma en el barrio El Prado de Santa Marta, desarrollado por la United Fruit Company, siguieron escuchándose melodías vallenatas en estratos sociales altos en el piano de Poncho Castro Palmera. Para la historia musical del piano con el vallenato aún existen algunas de sus grabaciones.
Fue de esa forma como surgieron mujeres y hombres que interpretaban el piano y el acordeón piano. Se destacaron con proeza interpretando estos instrumentos la familia Del Castillo de Ciénaga. Cómo no mencionar a nuestra admirada Rita Fernández con su inmortal canción ‘Sombra Perdida’ y el gran compositor Gustavo Gutiérrez Cabello, quien fue influenciado por la música de su padre, Evaristo Gutiérrez, quien tocaba el piano y el violín. De este último se dice que tocaba un piano blanco en el Club Valledupar con el cual animaba las parrandas y los carnavales. Luego los versos del ‘Amor Amor’ nunca faltaban. Sus nietos son testigos de esas historias.
Con un acordeón piano hicieron el grito de independencia de las mujeres en este género vallenato. Rita Fernández con sus calidades excepcionales nos deleita con ese piano que hace vibrar el lugar más recóndito del alma. De la misma forma recordamos el piano de Fernando Dangond Castro. Su majestuosidad en su interpretación es una prueba viviente de que el piano es el novio silencioso y olvidado de la música vallenata. Más tarde voces reconocidas como las de Peter Manjarrez y Margarita Doria han hecho gala del noviazgo del piano con la música vallenata.
‘Pipe’ Peláez atribuye el valor del piano en una entrevista: “Mi primer éxito en directo fue ‘Cuando quieras quiero’, en versión piano. Todavía es la hora en que ese tema no puede faltar en mis shows. Indudablemente, el sonido del acordeón tiene su efecto mágico, pero en el piano he logrado muchas cosas”
El piano es el rey de los instrumentos y prestó su distinción y jerarquía para contribuir para que el vallenato surgiera.
Así como los hermanos Zuleta le cantaron a su acordeón y dijeron:
Tú llegaste desde muy lejos
Traspasaste todos los mares
Allá en Alemania te hicieron
Pa vení a alegrar en el Valle.
Es necesario reivindicar el aporte del piano al vallenato y se le cante:
Con tu glamour engalanaste,
Al vallenato en sus inicios,
Esos cantares impulsaste,
Piano de mi alma bendito.
Para colocarlo en lo alto,
En el pedestal al que lo llevaste,
En tus teclados creció el vallenato,
Haciéndolo fuerte y aún más grande.
Me tomaste como tú novio oculto,
Aun así te entregué mi alma,
He recorrido todo el mundo,
Pero eres mi novia música vallenata.
Por las anteriores razones es imperioso hacerle una venia por sus aportes no solo al acordeón, caja, guitarra, guacharaca, gaita, sino también a su majestad el piano, un novio furtivo de la música vallenata que requiere darle su importancia por su aporte a este género musical.
El acordeón tuvo su Colacho, Alejo y muchos más. La guitarra tuvo a Buitrago y otros. El piano nos mostró con esplendor sus representantes. Seguramente fueron Evaristo Gutiérrez o Poncho Castro. Hoy uno de sus hijos, Francisco Castro Fuentes, aún interpreta las notas aprendidas de su padre.
Esperemos que salga un príncipe del piano para que logre confirmar que el vallenato con este instrumento se vuelve sublime y tan grande que el río Badillo al escucharlo aumenta su cauce, o que, con el piano, finalmente se encuentra el camino para llegar a la casa en el aire. Que sigan amándose, aunque en silencio, el piano y la música vallenata.
Por: JOSE EDUARDO BARRENECHE ÁVILA