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El país que nos merecemos

En la vida uno se encuentra con gente valiosa que te aporta, que te valora por lo que eres y significas como ser humano, como profesional. Otras te dejan un sinsabor  porque entendemos que en su paso por la vida  su objetivo es llenar de oscuridad lo que otros quieren iluminar. Me dejaron una tarea,  un ser de luz;  para  hablar con aquellos que también podrían irradiar luz y colores pero que están opacos, quizás por el temor que generan los del oscurantismo nefasto que hoy cubre nuestra nación.

El temor de verse en la mira de los poderosos y de quedar sin trabajo, no les deja actuar de manera razonable; tristemente se dejan amedrantar y se dejan llenar de oscuridad; esta no es la gente que queremos, ni el país que nos merecemos.

Colombia no es una finca privada, ni una tienda que se maneja de manera arbitraria, y que me perdonen  los tenderos;  es más digno su trabajo que el de los dirigentes de la gran Colombia.

No podemos permitir que se pisotee la dignidad de un profesional, tampoco que se juegue con la honra de los trabajadores por la necesidad de conservar su trabajo.  Hoy vemos a los niños indígenas,  y no indígenas, morir de hambre y de sed,  en La Guajira y en todo el territorio nacional.  Mientras se roban el presupuesto de las entidades públicas. Nuestros héroes de bata blanca ninguneados y maltratados en todos los sentidos. ¿Hay Razón para ello?

                                            
Hoy vemos como se regala nuestro patrimonio por los malos dirigentes de este mamerto país. Con el único propósito de ampliar sus arcas personales. Para generar monopolios y seguir con el círculo vicioso de quitarle al pueblo y darle a los ricos. No queremos una Colombia violenta, con hambre. No queremos más desplazados, ni desmovilizados. Simplemente no queremos más grupos ilegales armados, atemorizando y matando a nuestros hermanos.

No queremos más políticos corruptos que polarizan, dividen y reinan, no queremos más congresistas ineptos, especialmente los del  Cesar. No queremos más votantes borregos que venden su conciencia por un kilo de arroz.

Simplemente estamos cansados de las maquinarias gobiernistas, que compran conciencias para reelegirse una y otra vez. No queremos ser el país más feliz del mundo cuando nos enfrentamos en franca lid con esta pandemia de muerte y de corrupción nefasta.

No queremos ser el país que más desocupados tiene, no hay trabajo y sin embargo el carnaval, el festival y todo ese circo que día a día nos muestran siguen haciéndonos el país más feliz del mundo. ¡Increíble! El país que nos merecemos tiene otro tinte: amarillo, azul y rojo;  dos océanos y mucha riqueza natural, que se han dedicado a acabarla. Hay que luchar por nuestro bello terruño. 2021, el año de la esperanza, es la idea.

Sólo Eso.

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Eduardo Santos Ortega Vergara: