El país está enfermo

Tenemos dos enfermedades mortales a corto plazo que hay que buscarles la fórmula o receta lo más pronto posible y para ello invito a científicos, humanistas, la clase política pensante, la gente común, que a través de la experiencia hayan vivido la tragedia de la vida, en fin, a todos los que deseen participar pues el país no espera.

Estas enfermedades convertidas en cánceres tienen soluciones, me dijo mi madre sin darme mayores explicaciones, cuando me escuchó alguna vez comentar sobre el tema; empieza por educar a tus hijos, como yo te formé a ti, a tus hermanas y a gran parte de nuestra familia, siguiendo las tradiciones de tus abuelos, indicándoles con tiempo lo que deben y no deben hacer, mostrarles primero qué son los deberes y que entiendan sabiamente para qué existen, diles que la formación del hogar mezclada con amor y cariño pero con una correa en la mano ayudan demasiado, pues nos muestran fácilmente las diferencias que existe entre el bien y el mal. 

Diles que el bien y el mal se lo debaten entre Dios y el diablo y en la medida en que Dios entre a tu corazón se derrotará más fácilmente el mal.

Enséñales que los deberes están en primera escala que los derechos y verás cómo les nace por intuición la idea del trabajo y de las formas de vencer más rápido los caminos aventureros; enséñales que todas las personas merecen respeto, lo mismo que la naturaleza que les cubre y que el odio por consiguiente no debe existir en el espíritu de un hombre justo y que la justicia solo se logra cuando se ha educado con dignidad.

Enséñales que los derechos se reflejan por sí solos, cuando se ha aprendido de memoria qué son los deberes y entonces estas dos normas te ayudarán a vencer la primera enfermedad que es la falta de educación informal, esa que nace en el hogar, la que los buenos y pendientes padres deben inculcar desde temprano, en vez de estar pensando en las banalidades de la vida, que viven en competencia siempre con el modernismo, llevándonos a consumir lo que no debemos ni podemos, solo por alcanzar el dominio de la superioridad que termina volviéndonos mediocres.

La otra en que estás pensando, continuó diciéndome, es más peligrosa y es la pobreza, pero también tiene solución, solo después que se haya logrado impulsar la derrota de la enfermedad anterior y para ello deberás entender que las normas de la justicia social nacen y deben prevaler en la sociedad como un deber y un derecho.

 Es allí donde se mezclan y sus combinaciones hacen una sola, dando lugar a la equidad en el reparto de las necesidades primarias y nacen las virtudes de la generosidad, caridad y el bien social, para que proporcionalmente a las condiciones subjetivas se repartan, pues las leyes universales del trabajo digno dan origen sin lugar alguna a las jerarquías o escalas sociales, las cuales deben manejarse sin recelos mientras la educación en definitiva logra implantarse dentro de todos los estamentos..

Tenía y sigue teniendo razón mi madre, no voy a convocar a nadie, ya lo ha dicho todo, y como ella centenares de madres lo han dicho y practicaron en otros tiempos; entonces me pregunto, ¿qué está pasando con los padres y las familias de ahora? ¡Si meditamos sobre esto concluimos que las enfermedades de país tienen cura!

Hay una enfermedad que se deriva de las dos anteriores y que no perdona, es la mediocridad, que la sufren la mayoría en nuestro país, cuyos síntomas consisten en criticar sin analizar los temas del gobierno, de la clase política, de la derecha e izquierda reinante, de la iglesia, de la economía, de las ciencias médicas, por aludir al tema de la pandemia donde han aparecido una cantidad de genios sin tener idea de medicina, de las instituciones, de las personas y no se hace nada positivo por ellos; sí, esa vieja enfermedad se llama mediocridad. ¡Es hora que despertemos!

También me decía mi madre: “Nunca mires el panorama desde la misma ventana; acostúmbrate a mirarlo desde diferentes puntos de vista y si encontraras algo que no compagina, entonces manifiesta tus críticas y que sean meramente preventivas y constructivas. Solo a la naturaleza si la miras desde cualquier ángulo, encontrarás que es perfecta. ¡No la maltrates, ni la critiques, ni mucho menos las cosas interesantes que el hombre ha construido, él también es hijo de la naturaleza!

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Fausto Cotes: