Aire, Agua, Tierra y Fuego son elementos que históricamente se han estudiado y enaltecido con el fin de dar explicación a los patrones de la naturaleza; y aunque la cultura occidental los ha considerado para sustentar teorías científicas y lograr avances tecnológicos, es de sorprender el olvido de su interrelación para prevenir la cíclica catástrofe medio ambiental de los incendios forestales.
Pareciera que cada año se perdiera el saber y la experiencia adquirida en torno a semejante tema, de tal forma que el inicio del calendario llega con las recurrentes emergencias por causa de la época seca, la alta radiación solar, los fuertes vientos, las heladas y la reducción obvia de la oferta hídrica.
Un incendio forestal, como el que azotó a Australia, es el desastre que concluye una serie de eventos desafortunados en torno a la interrelación de distintos sistemas naturales, artificiales y el hombre, veamos porque:
Durante la época seca se reduce la cantidad de agua para formar nubes, afectando así la regulación de energía solar que incide sobre la superficie terrestre. Por su parte, el suelo y su cobertura vegetal sufren de estrés térmico al recibir casi 12 horas de luz intensa y de gran energía; lo que al final del día los deja secos. Hojarasca combustible lista para alimentar las llamas.
Al llegar la noche, los suelos desnudos y deshidratados no logran retener la energía que durante el día los azotó, la cual se escapa al espacio en ausencia de nubes, haciendo que se alcancen bajas temperaturas. Estas abruptas heladas “queman” aquellos pocos sobrevivientes de semejante pailón del infierno.
En síntesis, si confluyen el gran brillo y radiación solar, la recesión de lluvias, los suelos abrasados por el sol, y una vegetación seca y rematada por las bajas temperaturas de la madrugada, se logra el perfecto escenario para que arda la tierra, y que el fuego se expanda rápidamente por los veloces vientos. Fenómeno natural que, en ocasiones, es provocado por el hombre.
Los incendios forestales, aunque lejos de muchos de nosotros, pueden cobrar vidas humanas, reducir poblaciones de especies y medrarlas para el futuro, debilitar ecosistemas estratégicos de los cuales dependemos para obtener agua, afectar la producción agrícola, coadyuvar a la desertización de los suelos y, naturalmente, emitir especies químicas contaminantes que afectan nuestra salud y algunos ciclos biogeoquímicos. Así estemos a cientos de kilómetros de distancia el problema nos afecta e incumbe.
Partículas suspendidas y gases tóxicos -como las dioxinas- recorren actualmente 12.000 km desde su origen en Australia hasta Chile y Argentina, siguiendo una trayectoria entre el Trópico de Capricornio y el Círculo Polar Antártico. Gauchos, australes y australianos los relaciona una nube de contaminantes atmosféricos; al igual que a los paisas, opitas, santandereanos, cachacos, caribes y vallenatos.
Confiemos que en esta nueva temporada de fuego las lecciones aprendidas permitan contener las llamas, teniendo presente que, con el incremento de la temperatura promedio global del planeta, estos desastres serán más destructivos y mortíferos.
Por: Cristian Julián Díaz Álvarez, decano Nacional Facultad de Ingeniería y Ciencias Básicas – Fundación Universitaria del Área Andina
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