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El pagodiario: pobreza, hambre y delincuencia

En una visita que hicimos a Chile, creo que debió ser por allá en el año 2009, y un poco “desparchados” en el hotel, mis compañeros de viaje y yo decidimos por sugerencia de uno de ellos ir a visitar a un familiar suyo que vivía en la provincia de Antofagasta, esta región está en la costa del Pacífico muy cerca a la frontera con Bolivia y Perú por lo que la migración es alta, para el caso colombiano en cifras del 2017 vivían alrededor de 19 mil compatriotas; así que decidimos alistarnos para emprender el viaje de 2 horas y 10 minutos en avión desde Santiago, la persona de seguridad asignada a nosotros nos manifestó que no podríamos ir a ese viaje porque no respondían por nuestra seguridad debido a que estaba lleno de colombianos y a donde habían llegado unas bandas que se dedicaban al “moto chorro” (cobradiarios) y por lo tanto era una zona declarada de alta peligrosidad.

Esta anécdota la cuento no solo para ambientar lo que se esconde detrás de esta actividad ilegal, sino para denotar hasta dónde han llegado sus tentáculos que mantienen a poblaciones enteras bajo una constante amenaza y extorsión y que han llevado a muchas personas a acabar con su vida porque es tal el asedio y la presión de estos personajes que se vuelve invivible para quien cae en sus redes.

Resulta paradójico que a pesar que las personas tienen claro que quedarle mal a esta mafia es comprar un boleto al fin de su tranquilidad y muchos a perder su propia vida puesto que como en toda mafia quien se queda con su dinero debe pagar con su vida o con la de un familiar querido, ¿por qué razón terminan sucumbiendo ante sus ofertas? La respuesta es porque este tipo de deuda genera adicción debido a que está comprobado que la mayoría de estos “préstamos” no son para solventar necesidades básicas como mercado, o medicinas, arriendo entre otras, sino que terminan siendo utilizados para gastar en parrandas, ropa, y celulares de alta gama.

Este lucrativo negocio tiene dos tipos de clientes, por un lado los dueños de pequeños negocios que facturan diariamente (peluquerías, puestos de mercado, carretillas de venta ambulante, pequeñas ventas de comida callejera entre muchos más); estos primeros cuentan con una ventaja y es que tienen caja diaria y en la mayoría de las veces pueden pagar la cuota diaria que está tasada en el 20 % del capital prestado, otras veces no la tienen porque no alcanzan a generar ni para pagar sus propios costos fijos y debe pagar al día siguiente las dos y una vez se caen ya les es imposible salir de ese círculo vicioso que los mantiene presos a una deuda impagable; por otro lado, están las personas asalariadas y otras sin ingreso que acuden a esta modalidad bajo la absoluta irresponsabilidad financiera a sabiendas que nunca podrán cumplir con esas cuotas por lo que acuden a varios prestamistas para hacer un carrusel donde le piden a uno para pagarle a otro y así sucesivamente hasta que se estrangulan y caen en desgracia.

Ningún negocio legal tiene para generar rendimientos diarios del 20 % y los ilegales sencillamente no la necesitan; entonces, las víctimas en este oscuro pero rentable negocio son los pequeños e informales y los irresponsables que ya mencionamos que con su conducta han hecho de ésta una cultura que ya se adueñó de la ciudad y junto con los mototaxistas (que vienen siendo casi lo mismo) volvieron sectores de la ciudad todo un territorio de mafias y de delincuencia que ni la ley ni la autoridad se atreve a tocar, basta ver la forma como se movilizan por las calles, en contravía, subidos en los andenes, y en una actitud desafiante incluso a la misma policía que ni se inmuta. En fin, volvieron la ciudad tierra de nadie.

Esta actividad mueve miles de millones de pesos al día y ha vuelto a muchas personas millonarias debido a que con esos niveles de rentabilidad, con esa caja envidiable y una cartera segura, ninguna empresa en Colombia puede superar semejante negocio; ahora bien, nadie, ni el mismo gobierno con su cacareada “economía popular” podrá arrancarle la clientela a los “pago diario” porque como ya lo dije es una cultura que se volvió adictiva y ante eso no hay nada que hacer, además que ya están por encima de la ley.

Por: Eloy Gutiérrez Anaya

Categories: Columnista
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