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El Paganini

Por José M. Aponte Martínez
 
Colombia produce una de las bebidas más sabrosas del mundo, en especial el café suave, apetecido y anhelado por todas partes y aquí en Valledupar a donde quiera que usted llega a visitar, a cualquier hora, lo deleitan y complacen brindándole un exquisito y aromático tinto, con ajengibre o sin el y cuando uno tiene mucha confianza, antes de que se lo brinden, entra a la cocina y se lo sirve o lo pide, sin pedir favor; yo lo hago así la mayoría de las veces, con experiencias dignas de relatar para deleite de mis lectores, quienes con seguridad se reirán a carcajadas que es lo que a mi me gusta, que me lean con deleite como tomarse un tinto caliente y no aburrido que no terminen de leer lo que he escrito.
 
Llegué donde un par de amigas ya viejonas, amigas de mis entrañas, muy temprano, timbré largo como si la casa fuera mía y antes de que me abrieran pedí un tinto gritao y contestó la mayor de ellas, tiiiinto, aquí esto está raspao, la ollita está limpiecita, si querei andá a la tienda de Edy y Carlos en la esquina y comprai un kilo de café, pero Sello Negro y otro de azúcar pa hacetelo; así lo hice y después de esperar un ratico me bebí un tinto delicioso, pero caro y bien charlado con uno que otro chismecito en lo que ellas viven al día.
 
Otro día fui a donde mi compadre Atilio, mi compadre del alma y desde la calle le grité a mi comadre Hilda, también sin favor, que me trajera un tinto y salió casi llorando y me dijo: Ay compadre, si supiera, el termito que hace dos años me regaló, ayer se rompió, así que tiene que esperar a que lo haga (ella sabe que no me gusta esperar, ni tampoco que me hagan tinto exclusivo) y le dije a mi compadre, vamos un momentico allí y salí a Galería donde compré otro termito y se lo traje a mi comadre que agradecida me brindó tres tintos tibiecitos como a mi me gustan, en el rato que estuve sentado en la puerta de la calle debajo de palo e mango charlando con Machi, Ariza y el Evangélico.
 
El último, en el Patacón Pisao, conservan la tradición de regalar el tinto y el agua y de ahí la rochela del Doctor Uribe Habib, el Doctor Bolaño, el Cuinky, Atehortúa, a quien el jengibre le aclara la voz, Rafael Morales Lacouture, Adolfo Lacouture, Nahím y el inmancable y copropietario Álvaro Castro Castro, quienes llegan a las nueve y se van casi a las once porque la Mona los bota; yo voy y pido mi tinto y ¡Vaya sorpresa! Me lo sirvieron en una tacita esboquiná, sin orejas y sin el platico y cuando le reclamé a Yanir, la bella empleada, al oído pero para que oyeran todos, me dijo: ay señor Jose, es que ya todos los parecitos que usted trajo, los han roto todos estos señores y ninguno trae nada y entonces, calladito salgo y nuevamente a Galería, al Campesino en donde compro una docena de parecitos chinos, 5 kilos de azúcar y 5 kilos de café y se los llevo a la Mona.
 
Vengan mañana temprano le dice a sus muchachos que el Paganini de Jose, trajo de todo y los salvó.
 
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