“Arriba de Manaure en la serranía hay un pueblito bonito y sano” que se llama El Plan, lo conozco pero tengo más de medio siglo de no ir allá, donde frecuentaba con mi papá a El Placer, residencia de su compadre Enrique Morón a comprar las mulas para las labores de La Estancia. Ese caserío se hizo famoso porque Rafael Escalona como era su costumbre con todos los lugares y personas protagonistas de sus canciones, lo citó cuando le cantó a La Vieja Sara, “la mamá de Emiliano, de Toño Salas y María”.
La descendencia de La Vieja Sara le ha dado brillo y fama al folclor vallenato y a la región, pues su hijo Emiliano y sus nietos no han tenido pares en lo que a música vallenata se refiere, ahí están en la cúspide Emiliano y Poncho y el semillero que está germinando es grande.
Hoy nuevamente está El Plan de moda debido a que Melquiades Salas, planero de cepa, contrajo matrimonio con Edilia Anteliz, una santandereana bonita como todos los Anteliz procedentes de Convención y entre varios hijos, nació Pablo, que a pesar de tener inclinación musical como todos los Salas y ser un buen futbolista resolvió ser pastor de almas y a muy temprana edad ingresó al Seminario donde recibió el título de sacerdote y ha hecho una carrera fulgurante producto de su vida ejemplar: de simple pero importante cura de varias iglesias en esta ciudad y de pronto en varios municipios de este departamento, pasando por la del barrio El Carmen, que lo vio nacer y crecer, fue ascendido hace 10 años a la dignidad de Obispo de El Espinal y de allí trasladado a Jefe de la Iglesia en Armenia y ayer el Papa, sigo escribiéndolo con mayúscula porque es único, Francisco lo designó Arzobispo de Barraquilla rindiéndole homenaje a su inteligencia, humildad y perseverancia, porque eso es y ha sido el padre Salas, un hombre de fecunda sabiduría, humilde por tradición y perseverante en sus propósitos que lo han llevado a escalar rápidamente los peldaños en la jerarquía eclesiástica y que no dudamos que seguirá cosechando triunfos, siempre de la mano y acompañado del Señor, hasta llegar a ser Cardenal y si es así, de pronto también llegue a la más alta dignidad, porque para ser Papa, primero hay que ser Cardenal, es decir que si no compras el billete nunca podrás ganarte la lotería. O me van a decir ustedes que el Papa Francisco cuando comenzó su carrera sacerdotal no pensó nunca que llegaría a donde está hoy. Nadie sabe, sólo Dios que ha sido su aliado, pero Pablo y Francisco se parecen bastante, yo no sé en qué, será en su bondad, en su humildad, en su sabiduría o en su chabacanería, pero de que tienen algo en común, lo tienen y sólo Dios, repito, sabe hasta dónde llegará.
Padre Pablo, los vallenatos estamos de fiesta con su alta designación y todavía más de tenerlo en Barranquilla, la capital del Caribe, la Puerta de Oro de Colombia, en donde usted va a estar muy bien atendido haciendo lo que sabe hacer: servirle a su feligresía, los barranquilleros saben apreciar lo bueno y más si usted es hincha del Júnior como Francisco del San Lorenzo, allá iremos a saludarlo y preguntaremos por el padre Pablo, nada de su reverencia o excelencia y cuando su secretaria se lo diga, le conteste que ese es un vallenato que lo va a saludar y a llevarle arepas de queso o limpias, bollos de mazorca, almojábanas pacíficas y queso criollo acompañado de unos dominicos, plátanos serranos, yuca y malanga producidas en la tierra de sus ancestros, El Plan. Un abrazo.
Por José M. Aponte Martínez