En el año 1962 llegó Emilianito Zuleta Díaz a Valledupar, para iniciar sus estudios de bachillerato, iniciando así una nueva etapa estudiantil, ingresando al colegio Nacional Loperena, en ese entonces el alma mater de nuestra gran provincia. Llegó desarmado sin el acordeón que años atrás le había obsequiado su señora madre, doña Carmen Díaz, quién veía en la aplicación e inteligencia de su hijo, un halagador futuro para la familia pues sin duda él llegaría a ser un notable profesional. Ella nunca vio con buenos ojos que Emilianito le siguiera los pasos a su padre, el gran Emiliano Zuleta Baquero, ya que el acordeón, la parranda, los amigos, el trasnocho, el ron y las mujeres, no permitirían que él pudiera tener una gran proyección como hijo ilustre de su tierra.
El acordeón, un morunito de dos hileras de la referencia Hohner Erika, quedó guardado en un baúl y solo hasta las vacaciones de medio año, podría Emilianito volver a estirarle el fuelle; ella quedó tranquila y él con una gran inquietud por corresponder el esfuerzo que hacían sus padres llegando orgullosamente en su primer año de bachillerato ser el alumno más sobresaliente de todo su grupo.
En el año 1963 su interés por los estudios no decayó en ningún momento, pero el gusano musical que llevaba por dentro no lo abandonaba, logrando así entablar relaciones afectivas con Florentino Montero, que ya tocaba el acordeón y Wilar Daza a quién sus padres le habían obsequiado un tres coronas, pero que él no lograba descifrar inclinándose más bien por la percusión acompañando entonces a Emilianito, a tocar algunas parrandas de muchachos y algunas fiestecitas familiares.
Colacho Mendoza, ya era el prestigioso músico del patio vallenato, pero siempre esquivó los lances que Emiliano le hacía para que le prestara su acordeón. Finalizando este año llegó a Valledupar, el barranquillero Alberto Pacheco, quien veía con gran admiración la forma como Emilianito ejecutaba el acordeón y no vaciló en ningún momento para prestarle el instrumento cada vez que Emiliano lo requería.
En esta época Radio Guatapurí en Valledupar tenía el programa Estrellas y Estrellados de la canción, un programa que animaban los locutores Luis Alberto Colina y Andrés Salcedo González, operando como control Jaime Pérez Parodi. Estos programaron un concurso de acordeoneros aficionados en el cual los tres finalistas fueron Florentino Montero, Miguelito Ahumada y Emilianito Zuleta, quien resultó ganador en este evento. El concurso hizo bulla y el runrún llegó hasta Villanueva donde alguien le comentó a la señora Carmen Díaz, que Emilianito Zuleta había sido ganador en un concurso que se realizó en una emisora de Valledupar.
Esta noticia no le causó a ella la más mínima inquietud porque el acordeón de su hijo seguía guardado en el baúl, y con las buenas calificaciones que él siempre traía del Loperena, ella sabía que él estaba dedicado por completo a sus estudios, comentándole a los noveleros que le fueron con el cuento: “Ese será otro Emilianito Zuleta porque lo que es el hijo mío, está es quemándose las pestañas estudiando”.
Un poco más adelante al enterarse de la realidad, sintió que nada podría hacer para interponerse en la vocación musical de su hijo y que hoy el folclor vallenato le agradece por haberle permitido escalar los más altos peldaños a los que puede llegar un maestro del acordeón como Emilianito Zuleta.
Julio C. Oñate Martínez