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El Omar Geles que conocí

Yo conocí a Omar Geles porque me lo presentó “Toño” Guardiola De Castro, quien fue su primer mentor (mánayer) cuando se asomaba la integración musical con Miguel Morales.

Ese día, “Toño” me invitó a un almuerzo en su residencia del barrio Obrero, diagonal a la Wimpy, en Valledupar. Yo era el corresponsal del periódico El Heraldo de Barranquilla.

Omar estaba ahí cuando llegué. Él era un muchacho intrépido, hablador y muy risueño. Tenía una grandeza para hacer amigos y una empatía única. Ese mediodía mientras almorzábamos noté su enorme capacidad musical y el ahínco de convertirse en un gran baluarte de la música vallenata.

Omar Geles llegó al mundo del vallenato desde lo más ínfimo, sus padres y sus hermanos compartían una vivienda arrendada al sur de Valledupar. Era un hogar muy humilde.

Él, con su tesón y disciplina, y con el apoyo de su hermano Juan Manuel empezaron a deslumbrar a la gente con un viejo acordeón que les regaló su papá quien abandonó a su mamá Hilda. El hogar quedó a la deriva. La mamá tomó el timón de la casa y trabajaba lavando y planchando ropa ajena, también haciendo comidas rápidas de maíz.

Poco a poco aquel “negrito” talentoso llamado Omar empezó a producir canciones vallenatas y a ganar festivales con su acordeón. De esas ganancias la mayoría se las daba a su mamá.

La perseverancia y genialidades de Omar empezaron a multiplicar los frutos. Sacó a su mamá de la pobreza y él se hizo cargo de la familia. Con el apoyo de su hermano Juan Manuel crearon Los Diablitos del Vallenato, desencadenando un rotundo éxito con Miguel Morales.

Las canciones de Omar se vendían a tutiplén, los cantantes Poncho, Diomedes, Oñate, Peter y Silvestre, entre otros, lo requerían para una canción.

Omar estaba en franca línea de triunfos y seguía siendo el mismo artista humilde con millones de amigos. Su mamá Hilda era la protagonista de su vida. “Era zalamero, juguetón, reía a carcajadas y era muy espontaneo”, recuerda Juan Manuel. “Con mi mamá era celoso y siempre estaba ahí, presencial o por teléfono”, agregó. Ninguno de nosotros se parece a Omar, él era un fuera de serie, detallista, mamador de gallo, jovial, alegre, apasionado, era especial con mi mamá. Tenía un carisma excepcional, agrega Juan Manuel.

Gracias a su trabajo y a su condición privilegiada que Dios le dio para la música, se convirtió en una máquina en hacer canciones. Más pronto de lo que se imaginó empezó a reinar y a ganar dinero que sirvió para darle comodidad de vida a su amada madre Hilda y a sus hermanos. Su hermano Juan Manuel se convirtió en su sombra y eran el uno para el otro.

Por la amistad que tenía con Omar nació la amistad con Juan Manuel. Varias veces ocurrió, parrandeando en las madrugadas, que Omar me llamaba al celular para que llamáramos a Juan Manuel para echarle un verso. Entonces, Omar me enseñaba un verso y yo llamaba a Juan Manuel y le echaba el verso y Juan me respondía con otro verso, así durábamos un buen rato, hasta que Juan Manuel descubría lo que hacíamos y me reprochaba que los versos no eran míos sino de Omar. Omar, repito, era intrépido.

Tuve la oportunidad de entrevistar varias veces a Omar y encontraba en él sabiduría, respuestas sabias y mucha pasión por su música.

Su esposa Maren García fue mi estudiante –hace 10 años- en la Universidad Popular del Cesar, ella y sus 3 hijos –incluidos los 4 que tuvo en otros hogares- eran su devoción. Se esmeraba por decir que a todos sus siete hijos los quería por igual. Descansa en paz querido amigo. Hasta la próxima semana.

tiochiro@hotmail.com @tiochiro

Por Aquilino Cotes Zuleta

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