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El olvidado

“Entonces el faraón envió a llamar a José; lo sacaron apresuradamente de la cárcel, se afeitó, mudó sus vestidos y vino ante el faraón”. Génesis 41,14. 

En el ejercicio del ministerio de consejería, frecuentemente me encuentro con personas muy frustradas; aunque los detalles de las historias de cada uno son particulares, poseen matices similares: la frustración de no estar haciendo aquello que les gustaría hacer. O el sentimiento de sentirse bloqueados para el desarrollo de sus metas y expectativas en la vida, y en cambio tener que conformarse con algo menos o de inferior calidad.   

A manera de reflexión propongo revisar la vida de José: no había la más mínima posibilidad que un insignificante esclavo hebreo, olvidado en una cárcel egipcia, pudiera avanzar hacia algún proyecto personal y significativo. Ningún preso tenía posibilidades de mejoramiento, salvo que dicha ayuda viniera desde afuera. Pero ¿quién se iba a acordar de ese esclavo extranjero condenado por la acusación de un poderoso como Potifar? Prácticamente, ¡José había dejado de existir! ¡Estaba muerto en vida!

Querido amigo lector, espero que puedas captar lo dramático de la situación y lo absolutamente inútil que parece la situación de José. Así también parecen nuestras opciones en la vida cuando vemos que por dondequiera que deseamos avanzar, nuestro camino parece estar bloqueado. Lo único que nos queda es echarles la culpa a otros y hacerlos responsables de nuestra frustración, albergando en nuestro corazón odio y resentimiento hacia ellos. 

Estoy convencido que el que abre y cierra las puertas de las oportunidades es el Señor. Nadie podría detener el accionar de Dios en favor de alguno de sus hijos. Podríamos estar en las peores condiciones, incluso languideciendo en una cárcel física, emocional o espiritual, olvidados por el mundo, pero cuando Dios pone su ojos sobre nosotros nadie puede detener el avance de nuestras vidas. No cometamos el error de creer que existe alguien o algo sobre la faz de la tierra que posea este mismo poder. Solamente el Señor crea las oportunidades que necesitamos para avanzar en nuestras metas en pos de la plenitud de sus proyectos. 

Dos lecciones entresaco de esta historia de José: no debemos atacar a quienes no tienen la autoridad final de lo que pasa en nuestras vidas, ellos poseen las mismas limitaciones que nosotros. Somos llamados a esperar activamente el tiempo de Dios, aquel momento en que llega un mensajero del faraón para llevarnos delante de los príncipes y gobernadores de la tierra. Mientras tanto, confiemos en Dios, y de manera activa hagamos la labor que nos corresponde en el lugar donde nos encontremos hoy. 

Recuerda: si Dios se detiene, nadie lo puede mover. Cuando Dios se mueve, nadie lo puede detener. Confía en que, aunque el mundo y los amigos te hayan olvidado, Dios tiene tu nombre esculpido en sus manos de amor.

Te mando un abrazo fuerte en Cristo y muchas bendiciones de su parte.

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