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El nudo

Jherson de Armas Bravo

Juan, el que ama a sus hijos, el que poca infancia tuvo, el mismo que jornaleando y recogiendo café levantó lo suyo; aunque me pregunto ¿qué ha levantado aparte de sus hijos? ¿Serán acaso las cuatro paredes donde caben dos camas, medio baño y una estufa de dos fogones?

Todos los 15 a las seis de la mañana un don toca la puerta, con serenidad saluda pero su buen humor se trunca por la cara de pena que le presenta Juan, el don estalla de ira: ¡a mí no me interesa! Juan con su vista al suelo pide unos días, solo unos días.

El don molesto amenaza a Juan como si fuera un ladrón, los niños con miedo y acostumbrados al hambre sienten temor. El don se retira ofreciéndole 3 días más de vida.

Juan entra a su supuesta casa con ojos llorosos y nudo en la garganta, un nudo de recriminaciones y dolor que al cabo de unos segundos se convierte en una lágrima que recorre una cicatriz en la mejilla, consecuencia de un atraco. Sentado y con las manos en la cabeza, ve con dolor a sus hijos, les pide que tengan calma, que no se preocupen por nada, que él resolverá.

Sabiendo que personas del gobierno cuidan niños, encontró la forma y se comunicó con ellos, dio la dirección de su supuesta casa, esperando que encontraran a sus pequeños, que jamás sintieron el calor de su madre, muerta en el atraco.

Los niños a gritos pidieron no ser llevados, pues esa casa y su padre eran lo que les quedaba, los vecinos recriminan a Juan, olvidando las veces que él les pidió harina, aceite o pan. Se llevaron a los niños y el corazón de Juan quiso parar; cree que es suficiente tanto sufrir, pero en su mente florecen las palabras pronunciadas por el don, se aprieta el nudo rencoroso en la garganta, le da un motivo al corazón.

Llega el 18, el rencor y el sentimiento de humillación invaden el corazón de Juan, solo espera que el don toque su puerta, recrimine y humille su vana existencia para así pasar factura y acabar con su tortura.

El don ha llegado, su confiado orgullo y su rabia aparentada lo hacen azotar la puerta, la misma que es abierta y luego de pasar es cerrada. Antes de la siguiente escena Juan le pide disculpas, alegando que debe hacer lo que va a hacer para no sentir el nudo más nunca.

Por: Jherson de Armas Bravo – I.E. Loperena Garupal

Periodista: