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“El Nene”

Por: José Manuel Aponte 

De los 20 años que tiene El Pilón, 15 ó más he estado vinculado a el como columnista; este honor no me ha producido dinero, sino gastos todas las semanas, pero en contraprestación sí he ganado prestancia, fama, y equivocadamente la gente me sitúa entre los intelectuales de esta ciudad, pero estoy seguro de que el Nene González picó primero, pues cuando publiqué mi primera columna, que fue un lunes, él me llamó para darme la bienvenida y felicitarme por mi vinculación a El Pilón.

Con él, con Luis Augusto González Pimienta, “El Nene”, tuve una grata, sincera y larga amistad, lo mismo que con Gloria su bonita y dulce esposa que le alegró la vida, por espacio de toda la vida según él lo afirmaba a los cuatro vientos. Bebimos, parrandeamos, cantamos rancheras, boleros y vallenatos que él interpretaba magníficamente, jugamos fútbol y cuando solteros, mujereamos con P en La Tranca, El Cielo de Luz, El Samoa, El Pulman y a veces en el Rey de los Bares y jamás llegamos a tener diferencias, pues era un gentleman y lo demostraba en sus ademanes y movimientos, en el modo de vestir impecable, daba gusto verlo patear un balón, o bailar un paseo, porro, paso doble o bolero; en ese momento él y Gloria eran un solo cuerpo y yo me deleitaba viéndolos; pero quizás su más grande atributo, a pesar de ser un brillante abogado que se paseó por casi todos los estrados judiciales, era el de contertulio ameno, en donde con maestría y sabiduría opinaba y cuando lo hacía a fondo se apoderaba de todo y había que oírlo, pues sus enseñanzas quedaban grabadas y por la naturalidad que les imprimía no se nos olvidaban jamás; en materia gramatical era un teso, en ortografía, con orgullo y jactancia lo digo: se parecía a mi papá y si no lo igualaba le picaba cerquita.

Cada vez que mi celular timbraba y veía en la pantalla “El Crítico”, que así tenía registrado su nombre, pensaba: ya viene El Nene a decirme que nuevamente, no yo, sino el corrector había fallado, ya que decidia con C quizás que sería, pues no aparece en el diccionario, mientras que desidia con S, me ilustraba, es negligencia, pereza o flojera; o cuando en alguna oportunidad escribí “la mesa está sita…” y lo corrigieron cambiándole la S por la C. Esa fue mucha piedra la del Nene y me invitó al Pilón, él iracundo, yo que echaba chispas y dimos la orden tajante, por enésima vez de que a nuestros escritos no le cambiaran una coma, una tilde y menos una letra, ¡pero que va!, a los pocos días al referirme a Dios, al Único, cuando lo escribí con mayúscula me corrigieron y lo pusieron con minúscula y con tilde ¡qué horror” y lo mismo pasó cuando escribí sima, para referirme a las profundidades del Averno que lo cambiaron por la cima de cúspide. Él, se moría, dejaba de ser El Nene y se convertía en El Diablo y yo me reía, no me importaba, porque mis lectores entre ellos gente culta como El Nene, otro Nene, pero Gutiérrez, Orlando Torres, Héctor Ibarra, Franco Solano, Jaime y Juancho Calderón, Fausto Cotes, Toño Maya, Aníbal Martínez, Toño Murgas, Álvaro Morón, Enrique Orozco, Pacho Fuentes, Beto Calderón y Johnny Pérez, saben que el equivocado era el corrector y no yo.

Descansa en paz buen amigo y no te olvides que en el Cielo, la residencia de Dios, debe haber internet, para que desde allá te encargues gratuitamente como siempre lo hiciste de corregir entuertos gramaticales y ortográficos en este periódico que tanto queremos. La familia Pilonera te despide con dolor. Hasta pronto hermano, nos vemos, no sé cuándo, pero de que nos vemos, nos vemos.

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