El próximo 15 de noviembre se cumplirán 29 años de la partida del negro Alejo Durán, como cariñosamente se le llamó en todo el territorio nacional al juglar de juglares nacido en El Paso, Cesar, en el seno de una familia de músicos y cantaoras, que logró con sus cadenciosas notas y potente voz cautivar a las encopetadas familias vallenatas que por primera vez hicieron el concurso denominado Festival de la Leyenda Vallenata en 1968.
Ya estamos en las postrimerías del 2018 y se avecina también el año conmemorativo del centenario del natalicio del negro Alejo, porque el 9 de febrero de 1919 vino al mundo para alegrar el corazón y el alma a muchísimos colombianos uno de los pocos campesinos que decidió abandonar su oficio inicial y convertir sus cantos y habilidad para tocar el acordeón en el arte para ganarse la vida y así logró sin proponérselo hacerse inmortal.
Como el congreso de Colombia profirió la Ley 1860 de 2017 mediante la cual La Nación se asocia y rinde homenaje a la vida y obra del juglar Gilberto Alejandro Durán Díaz declarando el 2019 como “El año conmemorativo de la vida y obra del maestro Alejo Durán” me di a la tarea de recorrer los pueblos en los que Alejo mantuvo mayor tiempo en su vida artística, amenizando parrandas, por aquellas épocas en las que el Cesar, el Magdalena y la Guajira hacían parte de lo que se llamó el Magdalena grande.
El recorrido que hice inició por Montería, tierra donde Alejo dejó muchísimas amistades y tocó innumerables parrandas, pero a Durán no le gustaban las ciudades grandes como para quedarse viviendo allí y por eso escogió a Planeta Rica, a escasos cincuenta kilómetros de la capital de Córdoba, para quedarse definitivamente y visité el Mausoleo donde se encuentran sus restos, hablé con la gente de la población que el recorría diariamente en una bicicleta turismera y lo recuerdan con gran orgullo como el músico más querido que haya tenido la región.
Pero también fui a Cereté, Lorica, Chinú, Ciénaga de Oro, La Yé, Sahagún, luego estuve en Sincelejo y pasé a Ovejas Sucre y Magangué, Bolívar, ese recorrido lo hacía Alejo permanentemente con su acordeón al pecho y atravesaba el río Magdalena para llegar a Mompox y luego visitar a su compositor predilecto Julio Erazo en Guamal, Magdalena, el autor de Compae Chemo, Rosalbita, Quédate Tranquila, Rosa Guamalera, El Pañuelito, entre otros. Hablé allí en Guamal con uno de los más grandes compositores vivos de nuestro país.
Después visité a Altos del Rosario pueblo del que dicen fue uno de los más queridos por Alejo, y también donde más lo querían a él, de allí nace la canción en la que Alejo le hace honor a ese pueblo. Me fui al Banco, pasé por Chimichagua, Astrea y llegué a El Paso mi tierra y la misma donde nació el Negro Alejo.
COLOFÓN: En ese recorrido no vi ninguna muestra de cómo avanzan obras y preparativos para la celebración del natalicio de Alejo, como lo ordena la Ley 1860 de 2017.
Por Jorge Nain