X

El negativo

Para escribir esta crónica pensé en la canción del maestro Leandro Díaz (+), en la que narra que muchos de sus amigos le prometieron obsequios que nunca llegaron, pues la historia mía comienza cuando recibí un despacho comisorio procedente de la ciudad de Bogotá, solicitándome que recepcionara la declaración de la señora Martha*(Nombre ficticio que se toma para proteger el derecho a la intimidad), tía de un menor, para una posible asignación de custodia.

Al contactarla, vía celular, me manifestó que no le era posible trasladarse hasta las oficinas del ICBF, motivo por el cual opté por ir a su lugar de residencia en el Barrio Dangond de esta ciudad. La diligencia transcurrió con absoluta normalidad, y duró cerca de treinta minutos, me despedí de ella amablemente y le agradecí haberme atendido en su domicilio.

A los cinco días exactos de ocurrido esto, recibo una llamada de la trabajadora social, diciéndome que al momento de llegar a la citada residencia en el barrio Dangond, para realizar el estudio sociofamiliar, también solicitado en el despacho comisorio, se encontró con la noticia que la señora Martha, había dado positivo para coronavirus, y me recomendaba someterme a un aislamiento preventivo, a fin de evitar un posible contagio de mi núcleo familiar.

A partir de ese momento fueron muchos los interrogantes que me asaltaron en el marco de una gran incertidumbre. Me contacté con la CRUE, para informarles lo ocurrido, y se limitaron a tomarme datos tales como nombre completo, edad, ocupación, dirección, núcleo familiar y número de celular. Allí me dijeron que el caso sería reportado a epidemiología, y a mi EPS Saludtotal.

Hice contacto vía celular con mi EPS, y una amable recepcionista con una voz aterciopelada me informó que, para acceder a la prueba, previamente debía pasar por un filtro llamado: ‘tele consulta médica’, la cual sería para dentro de siete días, a las nueve y media de la mañana (¡!). Convencido de que no podía esperar todo ese tiempo, sin saber si era o no portador del virus, me contacté con el Dr. José Romero Churio, quien me recetó unos medicamentos tales como vitamina C y D, analgésicos entre otros, los cuales me tomé muy juiciosamente; sin embargo, seguía el aislamiento y con él, la pregunta: ¿Estaré infectado? Procedí a contactarme con mi prima Xenia Aguancha y con su hija Gloria Margarita Ovalle, quienes muy diligentemente hicieron la gestión para que me atendieran en el laboratorio privado APREHSI, situado en la Avenida Simón Bolívar, cerca de la Glorieta de Los Gallos. Me realicé la prueba de hisopado nasal (antígenos) y gracias a Dios el resultado fue: Negativo.

A diferencia de la canción de Leandro Díaz (+), mi historia tuvo un final feliz, pero es hora de sentar nuestra voz de protesta contra el deficiente servicio que brindan las EPS. La tardanza en la recepción y entrega de los resultados de las pruebas, propiciando el contagio del virus, agravado por la indisciplina social. Se tienen actualmente, más de once mil casos comprobados en Valledupar, sin mencionar los sospechosos.

Nota de cierre: A propósito de los desmanes, ocurridos en Bogotá, por el exceso de fuerza en el procedimiento policial contra el ciudadano Humberto Ordóñez, recordé una frase que dice: “El derecho sin la fuerza, es la impotencia, la fuerza sin el derecho, es la barbarie”.

Categories: Columnista
Dario_Arregoces: