La Colombia de hoy, luego de los acuerdos de paz y el escándalo de Odebrecht, parece resuelta a luchar contra la corrupción. Los candidatos que aspiran a la Presidencia, formulan diversas fórmulas para acabar con este flagelo, unos con mayor énfasis que otros. No obstante, considero que la corrupción tiene vínculos muy cercanos al narcotráfico, pues a través de esta actividad ilícita, se obtiene el dinero que es usado para corromper y permear campañas políticas, sobornar funcionarios, creación de empresas de fachada, financiación de la delincuencia organizada, para no hablar de los estragos sociales generados por el consumo de alucinógenos.
Fue en 1982, cuando el embajador de los EE.UU., Lewis Tamb, emplea por primera vez el término narcoguerrilla, para significar que la guerrilla colombiana se financia con el narcotráfico. Posteriormente vendrían los grupos de extrema derecha, creados como forma de enfrentar la guerrilla, que también terminaron involucrados en esta actividad ilícita. Tenemos hoy, a pesar de los acuerdos suscritos con las Farc-Ep, disidencias importantes de este grupo guerrillero, el Eln, el clan del golfo y las bacrim, entre otros, todas ellas con un denominador común: El narcotráfico.
Sostienen algunos voceros de la oposición, que la república de Venezuela se ha convertido en una “Narcodictadura” lo que resulta de extrema gravedad, pues es el propio estamento el que se ha dejado permear de esta actividad ilícita.
Ahora bien, en los acuerdos Gobierno-Farc-Ep, se habló del tema del narcotráfico y se plantea la necesidad de buscar una solución definitiva a este problema para lograr una paz estable y duradera. Y considero que nadie en su sano juicio, puede negar la estrecha relación entre el narcotráfico y la guerrilla. Es claro también, que este negocio ilícito, no está enlistado dentro de los llamados delitos de Lesa Humanidad (genocidio, asesinato desaparición forzada, entre otros), y tampoco encuadra como rebelión, sedición y asonada, que son los llamados delitos políticos. Pero es inobjetable que uno se sirve del otro, y que existe conexión entre ambos delitos, toda vez que la guerrilla se ha beneficiado de esta actividad ilícita, para sostener la lucha armada.
Sin embargo, llama poderosamente la atención el caso Santrich, pues de llegarse a comprobar que cometió el delito de narcotráfico después de firmado el acuerdo de paz, ya no podría acceder a los beneficios de la justicia transicional, y tampoco podría valerse de su condición de senador electo, porque no alcanzaría a posesionarse.
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